6/06/2024 | Revista Semana

La periodista hizo una reflexión sobre el papel del periodismo y recordó todos los escándalos de corrupción del Gobierno Petro que ha destapado este medio.

Vicky Dávila, Directora de la Revista Semana. | Foto: GUILLERMO TORRES REINA

Este jueves, en la convención de Asobancaria que se realiza en Cartagena, la directora de SEMANA, Vicky Dávila, hizo una vehemente defensa del papel del periodismo. “Hay que hacer lo que toca y no lo que conviene. Es la paradoja de estar tan cerca del poder, pero tan distante de él. Por eso, la libertad de prensa es, sin duda, uno de los pilares de la democracia y debemos defenderla como se debe defender la democracia misma”, sostuvo Dávila.

Al finalizar, hubo un largo aplauso para la directora de SEMANA por parte de los asistentes.

Este fue su discurso ante los empresarios:

“Buen día para todos. Estoy muy emocionada de estar aquí y esperé con ansiedad que pudiéramos encontrarnos. Soy una convencida de que en manos de la empresa privada está gran parte del futuro del país. Especialmente, el de los más pobres, los más necesitados.

Por eso, no más estigmatización al empresario, no más señalamientos y persecución, no más ese discurso de extrema izquierda que quiere ponerlos contra la pared y quebrarlos, para que todos seamos iguales, eso sí, no en derechos y obligaciones, sino en pobreza.

Ese discurso de lucha de clases que desafortunadamente ha utilizado el Gobierno Petro, y que hace tanto daño. Promover el odio y el resentimiento contra los empresarios es una gran equivocación.

Colombia necesita empresas cada vez más comprometidas y más prósperas, que generen más empleo y de mejor calidad, que produzcan riqueza y que al final esa riqueza se vea reflejada en todo el país. Aquí tenemos que recuperar la confianza y lograr que se dispare la inversión. Todos estamos preocupados por la economía que está seriamente golpeada y en declive.

Que nadie vuelva a sentir miedo de invertir en un país tan maravilloso como Colombia. No podemos perder la esperanza. Siempre habrá cosas que mejorar, caminos que corregir, pero gracias por lo que hacen y, por favor, resistan, ¡resistan!

No vengo a darles una cátedra económica a los banqueros, ni más faltaba. Tampoco pretendo hacer una charla dictatorial para los colegas. De verdad, no hay nada más detestable que esa superioridad moral desde la que algunos de la élite periodística pontifican, como si se las supieran todas. Los periodistas no somos infalibles. Nos equivocamos, y mucho. Somos mortales. No tenemos la verdad revelada.

Hoy vengo simplemente a compartirles mi visión del oficio y del país como directora de SEMANA, sin mayores pretensiones.

El periodismo, obviamente, tiene una función primordial que consiste en informar. Pero ante los retos globales, y en un país como Colombia, esa función debe trascender hacia una defensa cerrada de la democracia, la libertad y las instituciones.

El periodismo no puede ser silencioso ni acomodado o convenientemente “prudente” en tiempos turbulentos en los que el futuro del país está en juego.

Los periodistas y los medios tenemos una obligación moral con millones de colombianos, defenderlos, decir lo que ellos no pueden y estar siempre de su lado. No del lado del poder, del Gobierno y de los politiqueros.

Siempre he pensado que los periodistas somos una especie de misioneros en busca de la verdad. Aunque suene un poco romántico, así lo veo. Por eso los periodistas no podemos tener precio, no podemos ser unos negociantes, cuya mercancía es la información o la noticia, la pauta no nos puede callar y no nos puede desviar el camino.

Lo digo con la autoridad moral que me otorga el siempre haber vivido de un salario, me han pagado bien, muy bien, pero nunca he hecho publicidad, ni negociado con clientes, ni recibido jugosas comisiones, esas que muchos persiguen y con las que se llenan los bolsillos. He preferido siempre mantenerme al margen de esos intereses. Reconozco, señoras y señores, he perdido plata, pero he ganado en independencia. No tengo compromisos con absolutamente nadie.

Los periodistas tampoco nos debemos callar por miedo ni por amiguismos o ideologías.

Colombia necesita periodistas y medios con posiciones claras. El periodismo tibio, inevitablemente, se convierte en cómplice. El periodismo salomónico, ese que concede aquí y allá, arropado en la inexistente objetividad, es a mi juicio muy peligroso para la sociedad.

Les pido remitirnos al (año) 2022. Entonces, SEMANA había “liderado” los debates presidenciales y todos los candidatos habían asistido, entre ellos Gustavo Petro. Hubo garantías para todos, en medio de las grandes polémicas naturales de la contienda electoral.

El 8 de junio de 2022, cuando estábamos a menos de dos semanas de la segunda vuelta y cuando las encuestas anunciaban que Petro sería el nuevo presidente de Colombia, todo cambió. Recibí un mensaje anónimo en mi WhatsApp.

Se trataba de tres videos cortos donde se veían reunidos, en una sala de juntas, a varios integrantes del círculo más cercano a Petro. Encabezaban Roy Barreras y Alfonso Prada.

Les confieso que yo no daba crédito a lo que veía, allí quedaba clara una estrategia macabra para acabar con los contrincantes de Petro. Era un plan.

Sebastián Guanumen, quien hoy nos representa como diplomático en Chile, daba instrucciones precisas para “correr la línea ética”, mientras ordenaba mostrar a Federico Gutiérrez como un “depravado”, vinculándolo de manera infame con el narcotráfico.

En el caso de Alejandro Gaviria y Sergio Fajardo, el plan también era perverso. La idea era sacarlos del camino de Petro, pero no de una manera limpia, con ideas y las mejores propuestas. No. Había que asesinarlos moralmente con falsedades y, lamentablemente, las redes pueden con todo. El plan se cumplió con todas sus letras.

Hice las verificaciones y, con el material en la mano, llamé a Yesid Lancheros, el subdirector de información de SEMANA, y le dije: “Vamos al aire”.

Yo sabía que tenía dos caminos: el primero, salir corriendo, contarle al candidato (a Petro), quedar muy bien parada con él, y engavetar los ‘petrovideos’ o tirarlos a la basura. Incluso, entregárselos para que él hiciera con ellos lo que quisiera.

El segundo camino era hacer lo que hicimos. Denunciar con las pruebas en la mano lo que había sucedido en la campaña de Petro. Sabía que eso nos costaría sangre. Pero lo hicimos. Y publiqué con el equipo lo que consideré debían saber los colombianos antes de ir a las urnas en la segunda vuelta, ese 19 de junio de 2022.

Conversé con la fuente anónima durante ocho días. Les confieso, fueron días apasionantes. Esa persona me aseguró que pertenecía a la campaña de Petro y que estaba asqueada de lo que había presenciado. Fue así que obtuve todo el material que comprometía la campaña de quien era el virtual presidente del país.

Por los menos 20 o 30 periodistas pasamos varias noches en vela revisando todos los videos que llegaron a SEMANA y que bautizamos como los ‘petrovideos’.

En ellos, además, hablaban del llamado Pacto de La Picota y de Juan Fernando Petro, el hermano del presidente. De las visitas de Piedad Córdoba a los extraditables en las cárceles. Incluso, el hoy ministro del Interior, Luis Fernando Velasco, pedía expulsarla en ese momento. También se planeaba crudamente que el presidente dijera una cosa en campaña sobre la extradición y luego cambiara de opinión cuando estuviera en el poder. Repudiable.

En los ‘petrovideos’ también se hablaba de dineros para la campaña con cifras y nombres propios que, al cruzarlos, no estaban registrados. Muy impresionante. Cada video era más grave que el otro. Pero eso no importó. Hoy ninguna autoridad ha fallado a fondo sobre el contenido de los videos y en cambio el presidente sí se declaró víctima de una supuesta conspiración. El mundo al revés.

Como era de esperarse, tras las publicaciones de SEMANA vinieron ataques, descalificaciones y amenazas. Pero como periodistas le cumplimos al país.

Petro, efectivamente, ganó las elecciones. La fuente desapareció, en medio del mayor de los misterios tal como me contactó. Si me escucha, quiero decirle que tenemos una entrevista pendiente.

Casi tres meses después le pedí una cita al presidente ya posesionado en el cargo. Cuando me reclamó por los ‘petrovideos’, lo miré a los ojos, le dije que respetaba y aceptaba que había ganado las elecciones, pero que sentía que como periodista había hecho lo correcto y que cuando me miraba al espejo cada mañana me sentía tranquila.

Le recordé que él era un político y yo una periodista y, por tanto, tenía unas obligaciones morales con los ciudadanos y con el país. Ese día, Petro se portó bien conmigo.

Esa es la vida de un periodista. Hacer lo que le toca y no lo que le conviene. Es la paradoja de estar tan cerca del poder, pero tan distante de él. Por eso, la libertad de prensa es, sin duda, uno de los pilares de la democracia y debemos defenderla como se debe defender la democracia misma.

Sin libertad de expresión, sin libertad de prensa, no hay democracia. Y por ello, cada vez que se silencia a un periodista se silencia la democracia.

Y aquí hago un mea culpa. Los periodistas tenemos mucho por mejorar y aprender. Cada día es un reto y más en un país como Colombia.

Debemos declararles la guerra a las fake news que nos muestran un mundo paralelo que a veces parece tan real. Un enemigo peligroso que debemos combatir con decisión.

En todo caso estoy segura de que la sociedad colombiana y el mundo reconocen que el trabajo de los periodistas ha sido fundamental en la historia de la humanidad. Desde el emblemático Watergate en los Estados Unidos, hasta los más grandes escándalos en Colombia.

¿Cuántos escándalos de corrupción ha destapado el periodismo en el país?

¿Cuántos poderosos y criminales han quedado al descubierto, gracias al trabajo de los periodistas?

La respuesta justa es: MUCHOS.

Necesitamos cada día más periodismo, en medio de los retos locales y globales que se nos imponen.

Aprovecho para hacer un llamado a los colegas. Entre más divididos estemos, entre más caníbales seamos y entre más profundicemos la guerra entre nosotros mismos, más débiles seremos y más difícil será ejercer el oficio en nuestro país.

Las estigmatizaciones, los señalamientos y hasta la competencia brutal y despiadada solo nos lesionan la credibilidad. De esa dictadura de la superioridad moral no queda nada bueno. Al final perdemos todos, los periodistas, los colombianos y el país. Ganan, eso sí, los corruptos, los criminales y los politiqueros que solo atacan a la prensa como un mecanismo bajo de defensa, aunque sean culpables. Nos dicen mentirosos, neonazis, prepagos, hasta nos acusan de hacer montajes. Ese es el cinismo de la culpa. Los periodistas solo seremos mejores cuando mejor interpretemos a la gente y cuando más cerca estemos de los ciudadanos y sus necesidades. No nos hace mejores periodistas ir a tomar whisky a Anapoima o ser aplaudidos por el circulito.

Cierren los ojos y vamos al 12 de noviembre de 2022. Domingo, 6:30 de la tarde. Estaba metida entre las cobijas, hacía mucho frío y de repente recibí un mensaje: “Soy Day Vásquez, la exesposa de Nicolás Petro, necesito ayuda”. Leí el mensaje, no dudé y la llamé: Hola, Day, ¿en qué puedo ayudarla? Desde ese día y durante cuatro meses pudimos mantener nuestras conversaciones en secreto.

En ese tiempo siempre me envió meticulosamente las pruebas de todo lo que denunciaba, eso era impactante. No era un chisme, no una opinión. De inmediato supe que estaba frente a una historia irrefutable que el país tenía que conocer, pasara lo que pasara. Tuve 120 días para hacer verificaciones y las hice.

Ya era marzo de 2023 y solo me faltaba que ella accediera a darme la entrevista. A finales de febrero lo logré. Me contó, con pruebas, que Nicolás Petro, el hijo del presidente, había recibido, según ella, sumas millonarias y en efectivo para la campaña de su papá, procedentes de personas cuestionadas, entre otras, de un excapo condenado por narcotráfico en Estados Unidos, Santander Lopesierra, “el hombre Marlboro”. Day me entregó videos, una sábana de 1.600 páginas de chats entre ella y Nicolás, audios, recibos y toda clase de documentos.

Según ella, Nicolás se apropió de ese dinero y lo almacenó, con su ayuda, en maletas y en una caja fuerte, en su propia casa. Luego, además de toda clase de lujos y compras de artículos de marca, vino la compra de una casa, también millonaria, y a nombre de un tercero, pero el negocio con la separación entre Nicolás y Day se canceló.

La entrevista la hicimos reservadamente. Sabíamos ella y yo, nadie más. Ese día, al terminar la entrevista, le dije que haría nuevas verificaciones y que volveríamos a hablar en cámara.

Me despedí de Day con semejante bomba de tiempo entre mis manos. Hoy les confieso que me llegaban pensamientos: mis hijos, la vida, la seguridad, ¿realmente esto vale la pena? Y de nuevo siempre, siempre, en mi cabeza estaba la voz de mi otro yo que respondía: ¡adelante! Hay que hacer lo que toca, no lo que conviene. Y pase lo que pase, siempre vale la pena.

Habían pasado solo unas horas después de la entrevista y, oigan esto, recibí una llamada. Era Laura Sarabia, mano derecha del presidente Petro. “Hola Vicky, hiciste una entrevista”, me dijo. Asombrada, le pregunté: ¿qué entrevista? Sin titubear, me respondió: a Day Vásquez. Reaccioné de inmediato y le hice una pregunta: ¿tú cómo sabes? Y su respuesta fue: en Barranquilla todo se sabe. En ese momento todo me quedó claro.

Entonces le dije que sí, no fui capaz de negarle, ni de enredarla. ¿Para qué si ella tenía ya toda la información que hasta ese momento yo había confiado que solo estaba en mi poder y en el de la fuente?

Le dije que cuando tuviera todo listo quería hablar con Petro. Había que darle la oportunidad de defenderse. Ella quedó de hablar con el presidente y se comprometió a llamarme de nuevo, pero nunca lo hizo.

Vinieron días de tensión. Silencio total desde Palacio. Llamé a Day, y estalló en llanto, desesperada. Si no era ella, ni yo, quienes habíamos alertado al Gobierno, ¿quién era? Una duda que hoy todavía persiste.

¿No sé si ustedes tengan alguna conclusión sobre lo que pudo suceder?

Cinco días después, el presidente de la República expidió un comunicado pidiendo que investigaran a su hijo Nicolás y a su hermano Juan Fernando. Entonces, los fanáticos defendieron el proceder del primer mandatario, como si se tratara de una acción heroica. Y no. Petro hizo ese comunicado porque sabía que teníamos esa información tan grave en la redacción de SEMANA. Se nos quiso adelantar.

Solo pasó una hora, luego del comunicado de Petro, y la entrevista de Day estaba al aire en SEMANA.

El país empezó a conocer esta historia que aún no termina. El hijo del presidente está hoy en manos de los jueces, y en juicio, por enriquecimiento ilícito y lavado de activos. Está pendiente de otra imputación en su contra, que por cierto se ha demorado de manera extraña.

No olvidemos que Nicolás Petro confesó, no solo ante los fiscales, que han sido valientes y rigurosos, también se destapó en una entrevista que yo misma le hice mientras estaba capturado en el búnker de la Fiscalía.

Él se autoincriminó, salpicó en materia grave a su papá, a la campaña y al círculo cercano del presidente, incluso a Verónica Alcocer, la primera dama, a quien relacionó con coimas, burocracia y contratos.

Ese día hasta me conmoví cuando lo escuché hablando de la relación tan difícil que había tenido toda la vida con su padre, del “no lo crie”, y de su decisión de no inmolarse por él. Pero se está inmolando.

Nicolás se comprometió a colaborar con la justicia, pero tras una visita de su papá se echó para atrás y puso en marcha un plan para negar lo confesado. Aseguró que fue presionado y sometido, y hasta torturado en la Fiscalía.

Pero las evidencias que ha revelado SEMANA demuestran que eso no es verdad.

Desde entonces ha intentado con su defensa sacar del caso al fiscal Mario Burgos, quien lo ha investigado. Sin embargo, y por fortuna, la justicia ha actuado y no lo ha permitido.

Day sí le ha cumplido a la justicia y tiene un principio de oportunidad. La redacción de SEMANA una vez más cumplió con su deber. Y en la calle siento que la gente lo reconoce. Lo valora. Aunque los ataques y descalificaciones del Gobierno y sus aliados han sido cada vez peores.

En mayo de 2023 también me llegó la historia de la exniñera de Laura Sarabia. Una mujer humilde que terminó revelándome en una entrevista que había sido sometida a un polígrafo irregular en un sótano frente a Palacio, sola, sin orden judicial, sin abogada, como si fuera una funcionaria, como sospechosa de un robo doméstico en la casa de su jefa. De nuevo hicimos lo que tocaba, no lo que convenía. Denunciamos.

El escándalo derivó en que la Fiscalía también descubrió que Marelbys Meza y otras personas fueron chuzadas. Hoy hay varios detenidos, imputados y acusados. Lamentablemente, el coronel Óscar Dávila, un testigo clave en esta trama, está muerto y la Fiscalía dice que se quitó la vida. Laura Sarabia está pendiente de la definición de su situación jurídica. Tras salir del Gobierno en el escándalo, regresó con más poder.

En junio de 2023 también SEMANA dio a conocer los explosivos audios de Armando Benedetti, quien se escuchaba diciéndole a Sarabia que si él hablaba todos se irían a la cárcel y se hundirían. Allí reveló un dato crucial: habló de 15.000 millones de pesos que no fueron reportados. Así se dio origen al llamado proceso 15.000 sobre la posible financiación irregular de la campaña del presidente Gustavo Petro.

Muchas cosas han pasado desde entonces y las decisiones están en manos de la Comisión de Acusación de la Cámara, la Fiscalía, la Corte Suprema y el Consejo Nacional Electoral.

Los colombianos necesitan saber la verdad y que quienes sean responsables de delitos paguen, sea quien sea. No hay que tenerle miedo a la verdad, ni dejarse amedrentar con amenazas de revueltas o caos en el país y la fantasía del golpe de Estado.

Hay algo que me llama la atención y es que se ha ido perdiendo la capacidad de asombro. Todo esto es tan grave que nada parece grave. Piensen en las grabaciones que reveló SEMANA entre Aida Merlano y el embajador Armando Benedetti. La excongresista amenazaba al presidente Petro con destapar toda la verdad sobre cómo ganó las elecciones, qué le pidieron a ella, qué le ofrecieron, qué le incumplieron y qué tuvo que ver Maduro en todo esto. Pero fue solo eso, un escándalo, ninguna autoridad está investigando, el Gobierno solo guardó silencio. Es como si prefiriéramos no saber más, no llegar al fondo, ante tanta podredumbre.

En cuanto al último escándalo, SEMANA logró en primicia las entrevistas de Sneyder Pinilla y Olmedo López, de la UNGRD. Ellos se autoincriminaron y dicen estar dispuestos a contar la verdad. Aseguran que hay ministros salpicados, los han mencionado con nombre propio, como al ministro del Interior, Luis Fernando Velasco, o al director de la DNI, Carlos Ramón González. Pero esos funcionarios siguen en sus cargos, como siguen igualmente los presidentes del Senado, Iván Name, y de la Cámara, Andrés Calle. Si bien existe la presunción de inocencia, la institucionalidad debe estar por encima de las personas y deberían defenderse por fuera de sus cargos.

Para terminar, simplemente quiero dejarles de presente que el Gobierno Petro no respeta a la prensa, no respeta a los periodistas y constantemente nos pone en peligro, cuando nos llama mentirosos, nos hostiga en público con nombre propio y alimenta las bodegas de sus fanáticos, muchos con jugosos contratos en el gobierno. Contratos que pagamos todos.

Ellos se han convertido en un ejército mediático letal y persecutor al servicio del Gobierno Petro y que busca asesinar moralmente a los críticos, a la oposición y a los periodistas que solo hacemos nuestro trabajo y nos negamos a alinearnos con esta administración solo para tener más pauta o gozar de los privilegios que da ser amigo del presidente.

Ustedes, empresarios, banqueros, apoyen la prensa libre, defiendan la libertad de prensa, la libertad de expresión y la verdad. Es lo primero que se ve amenazado en gobiernos con características autoritarias. Perder la prensa, callarla, es el principio del fin de una democracia.

No soy opositora, soy periodista…

No hago política con el periodismo, eso sí, tengo la convicción de que a través del ejercicio periodístico puedo hacer patria. Y no pienso claudicar en mi obligación moral de defender la democracia, las instituciones, la verdad y la libertad.

Señoras y señores, el país debe estar en alerta con la “constituyente” que este Gobierno nos quiere imponer a la fuerza, un plan, un libreto que busca perpetuar el proyecto político de Petro. Y no olviden, la reelección presidencial en nuestro país está prohibida por la Constitución. Los colombianos no pueden aceptar atajos o trampas. El período de Petro termina el 7 de agosto de 2026. En elecciones libres y democráticas, los colombianos deben votar bien, por un gobierno responsable, sensato y decente. Los ciudadanos están cansados de que les mientan y de que los usen, necesitan que les resuelvan sus problemas, necesitan volver a creer. Ojo con la inseguridad en todo el país. Asimismo, con el avance del narcotráfico.

Alerta, con lo que está pasando en las Fuerzas Armadas, este Gobierno las está debilitando y las tiene con las manos atadas. La inteligencia ha sido desmantelada y, usando la subordinación, les dan órdenes para impedir que actúen. Desde aquí les digo a las Fuerzas: solo cumplan la Constitución, el pueblo está con ustedes.

Alerta con la expansión, el enriquecimiento, el rearme y el mayor control territorial de los grupos criminales en Colombia. No existe una política oficial efectiva para combatirlos y contenerlos. Por el contrario, la mano blanda ha permitido que los delincuentes puedan incluso gobernar en varias zonas del país y someter al régimen del terror a los ciudadanos.

Alerta con la economía, está golpeada y en declive. La empresa privada es fundamental en la solución. Necesitamos volver a tener un país próspero, con oportunidades para todos, pero eso solo se logra estimulando la inversión, el crecimiento económico y la generación de empleo. Esto es muy importante: algunos empresarios han decidido negociar con el Gobierno, entregarse, solo pensando en sus bolsillos, y no en el futuro del país. Es imperativo que entiendan que esto los convierte también en cómplices. Miren en qué van las reformas de la salud, de las pensiones, por mencionar algunas. Los errores se pagarán con vidas y muchas tristezas.

Alerta, no podemos permitir intromisiones del presidente y su Gobierno en la administración de justicia ni la utilización de esa justicia como arma de persecución política. La independencia de poderes es sagrada. Y valga la pena resaltar el valor de tantos magistrados de las altas cortes, así como de jueces y fiscales, quienes han sido un muro de contención.

Gratitud para nuestros millones de lectores, y todo el honor a la redacción de SEMANA y a todos aquellos periodistas que creen que decir la verdad es innegociable, aunque cueste la vida misma.

A esos periodistas que nadie protege, y en especial a los colegas en las regiones más apartadas y convulsas, gracias por seguir haciendo periodismo. ¡Que Dios les pague!

No podemos sucumbir ante el terrorismo político del Gobierno Petro, no podemos perder la libertad, no podemos perder la democracia, tenemos que resistir.

¡Que tengan un feliz día y muchas gracias!”.