12/06/2024 | Por José Francisco García M.

Una de mis actividades favoritas es recorrer librerías de viejo, tanto en la ciudad donde vivo como a las ciudades donde viajo. En dichas librerías siempre he encontrado cosas interesantes, e incluso verdaderos libros raros e inencontrables. En una de ellas encontré (en oferta) Memoria de un Golpe de Pablo Victoria. Decidí leerlo en estos días, aprovechando una estadía en mi casa por una gripa más o menos fuerte.

El Autor

Pablo Victoria es colombiano de nacimiento. Fue político activo, y como miembro del Partido Conservador Colombiano fue representante a la Cámara y Senador, caracterizándose por su oposición al narcogobierno izquierdista de Ernesto Samper Pizano. Actualmente se especializa en temas históricos, concretamente en la figura de Simón Bolívar y en la secesión del Virreinato de la Nueva Granada del Imperio Español, y ha escrito varios libros sobre el tema. Reside en el Reino de España, y tiene la ciudadanía de dicho país.

La Obra

La edición que he leído de Memoria de un Golpe fue publicada por Temas de Hoy (perteneciente al grupo Planeta) en Bogotá, en el año 2015. Ignoro si hay más ediciones de este. El libro tiene una introducción, 19 capítulos y unas conclusiones, para un total de 315 páginas.

El libro está bien escrito, y se lee fácil, a diferencia de otras obras del mismo autor como El Terror Bolivariano, en donde pareciera que Victoria trata de escribir un ensayo histórico como si fuera un libro de poesía barata. En ciertos apartes es bastante aburrido, y narra cosas de conocimiento público, ridículas o intrascendentes.

Lo más interesante del libro, y lo que me motivo a escribir este corto review, es que su lectura me hizo llegar a una serie de reflexiones puntuales que considero importante compartir:

  1. La clase política colombiana son cerdos de una misma porqueriza. Sin importar a qué partido político pertenezcan, o cuál sea su discurso, son el mismo tipo de animal, viven en la misma casa, y duermen en la misma cama.
  2. La corrupción es intrínseca a la clase política colombiana. Desde el impoluto Senador del Pacto Histórico hasta el veterano político profesional de caballo blanco y sombrero del partido de oposición controlada, todos están ahí no para obtener el bien común de nuestro país, sino para incrementar su patrimonio personal y el de sus familiares y amigos, negociar contratos y prebendas, o lisa y llanamente robar.
  3. La mediocridad es intrínseca a la clase política colombiana. Pareciera que todos los políticos profesionales aplicaran la ley del mínimo esfuerzo a la hora de ser corruptos, robar, e incluso perseguir a sus enemigos (reales o imaginarios). Hasta para ser un buen delincuente o corrupto se requiere esfuerzo y disciplina, y estos conceptos les son completamente desconocidos a la casta, sean del partido que sean.
  4. Votar por cualquier político profesional colombiano es legitimar el sistema corrupto y podrido. La Democracia es la peor forma de gobierno que existe, pero es la que tenemos en nuestro país, y se trabaja con lo que hay. Sin embargo, legitimar a la casta política votando por ellos es ser su cómplice, por acción y omisión.
  5. La oposición no existe. Los partidos políticos tradicionales y sus miembros que fingen oponerse unos a otros solo están actuando en una obra de teatro, cuyo libreto está escrito de antemano. Actúan como adversarios, pero detrás de bambalinas asisten a las mismas fiestas y toman el mismo whisky financiado por nosotros, los que pagamos sus sueldos con nuestros impuestos.

Pero volvamos a Memoria de un Golpe. En realidad, el libro de Victoria no es una memoria de un golpe, sino la memoria de una mediocridad. Nunca hubo intento de golpe de Estado, ni siquiera hubo plan de golpe de Estado. Lo que realmente hubo fue conversaciones de políticos profesionales y militares que, creyéndose rudos y nacionalistas, hablaban de golpe de Estado como podrían haber hablado de futbol o del clima. En una de dichas conversaciones estaba presente Álvaro Gómez Hurtado, a quien el grupúsculo de conspiretas le pregunto si en el hipotético caso de un golpe de Estado él participaría, y a lo que Gómez respondió con una diatriba de historia de Colombia, seguramente temeroso de siquiera participar en una conversación de ese tipo.

Eso es Colombia, y los colombianos. Aun bajo un gobierno completamente ilegítimo, y contaminado de dineros del narcotráfico, la oposición (política o militar) es inepta, mediocre e incapaz de tomar el destino del país en sus propias manos. Le da miedo hacer lo que se debe hacer. Se limitan a charlas de coctel, a asumir poses bravuconas, y a hacer ruido, pero a la hora de actuar, nada. ¿Les suena conocido todo esto?

Nicolás Gómez Dávila describió alguna vez, de manera perfecta, las características de nuestros connacionales: “(…) imposibilidad de lo concreto; en sus manos todo se vuelve vago; falta de moralidad; la noción de deber le es desconocida; la única regla es el miedo del gendarme o del diablo; en su alma ninguna estructura moral, ni intelectual ni social; ignora toda tradición; sometido pasivamente a cualquier influencia, nada lo marca; nada fructifica, ni dura, en ese suelo de contextura informe, movedizo, plástico e inconsistente[1]. No puedo estar más de acuerdo con él.


[1] Gómez Dávila, Nicolás, Notas, Villegas Editores, Bogotá, 2003, p. 225.