11/06/2024 | Por Eugenio Trujillo Villegas | Director: Sociedad Colombiana Tradición y Acción | trujillo.eugenio@gmail.com

El suicidio es la decisión más trágica y cuestionable que puedan tomar los seres humanos. Esa tragedia también se aplica a las naciones, cuando por causa de la decadencia, de la cobardía y del pecado de sus habitantes, deciden aniquilar su propia existencia. Entonces se destruyen a sí mismas, cuando lo natural sería que progresen y sean cada vez mejores.

La historia está llena de ejemplos, pues es una continua cátedra que nos enseña cómo las naciones eligen entre brillar por sus realizaciones o hundirse en el caos y la barbarie.

Es frecuente que algunas naciones pierden el rumbo porque sus habitantes se tornan ciegos, escogiendo a los más estúpidos e incapaces para que las gobiernen. Entonces, abrazan con euforia los acontecimientos que las llevan a la ruina, a la muerte y a su propia extinción.

La torpeza de los gobernantes agrava los problemas

Fue el caso insólito del zar Nicolás II de Rusia. Cuando estampó su firma en el documento de abdicación al trono en 1917, le dijo a uno de sus ayudantes: “…a nuestro alrededor solo hay traición, cobardía y engaño”. No imaginaba que su extrema torpeza inició uno de los periodos más siniestros de la humanidad, pues fue incapaz de ver el alcance de la revolución comunista que lo destronó. Y, menos aún, que todos los traidores habían sido nombrados en importantes cargos por él mismo, o por su esposa medio loca e incompetente para gobernar, o por el siniestro Rasputín, a quien él mismo permitió ingresar a la corte.

Lo que él consideraba una actitud pacifista y conciliadora al renunciar al trono, precipitó a Rusia en la mayor de las tiranías. Pocos meses después, el zar y toda su familia serían salvajemente fusilados por los bolcheviques que él pretendía aplacar con su abdicación.

Es un grave error capitular ante un enemigo radical que nos quiere destruir, con la esperanza de apaciguar sus perversas intenciones. Los hijos de la serpiente, como dice la Escritura, son más ágiles e inteligentes que los hijos de la luz, lo cual es una verdad que se repite una y otra vez a lo largo de los tiempos.

¡Y ese es precisamente el gran problema de Colombia!

Los enemigos de Colombia están al acecho

Todos los enemigos de la nación están articulados para destruirla y lo hacen en forma eficiente y coordinada. El plan se ejecuta al ritmo de tambores de guerra, mientras que las instituciones van cayendo ante la furiosa embestida marxista, sin que los principales perjudicados se den por aludidos, ni hagan nada para defenderse.

Las reformas promovidas por el Gobierno se implementan a rajatabla, bien porque se aprueban en el Congreso por medio de escandalosos sobornos o porque se imponen por decretos presidenciales. Así se aprobó la reforma tributaria, que multiplicó los impuestos y estancó la economía; y la intervención al sistema de salud que hará que la gente se muera en las calles por falta de atención médica; y la reforma a las pensiones, que le permitirá al gobierno apoderarse del ahorro pensional; y la reforma a la educación, que impondrá el marxismo y la ideología de género en los colegios y universidades.

A eso habrá que sumarle lo que viene, que será como una aplanadora para extirpar la libertad y el progreso. Ahora anuncian la confiscación del ahorro privado depositado en los bancos y una nueva legislación agraria para acelerar las expropiaciones rurales. Así se impondrá el fanatismo ideológico de la extrema izquierda que sólo produce esclavitud, miseria y caos.

Los colombianos vemos con asombro los niveles inimaginables de la corrupción que padecemos. Las gigantescas instituciones del Estado, que son cerca de 150, manejan abultados presupuestos y la mayor parte de ese dinero se gasta en burocracia y en corrupción, sin que se ejecute obra alguna.

¡Todo se lo roban! ¡Y los que comandan el saqueo del Estado con los políticos!

Además, las 32 gobernaciones y los 1.100 municipios hacen lo mismo. La mayoría de los alcaldes y gobernadores llegan al poder solo para robar, con muy pocas y honrosas excepciones.

Entonces, ¿de qué nos quejamos? Hemos llegado a la situación espantosa en que los organismos que deberían evitar eso, son precisamente los que nunca ven nada ni investigan nada, como la Procuraduría, la Fiscalía y la Contraloría. La corrupción se ejecuta frente a ellos, pero no hacen nada para impedirlo.

Un Estado saqueado

Todo este deterioro se ha multiplicado a partir de la Constitución de 1991 y ha hecho de Colombia un Estado fallido, administrado por delincuentes de la política, saqueado por mafias de la contratación y amenazado por decenas de grupos terroristas armados. El Estado se convirtió en un Moloch todopoderoso, dueño de todo, que no hace otra cosa que poner trabas y talanqueras al desarrollo empresarial, aumentando cada año los impuestos para poder saciar la rapiña hambrienta de los lobos.

Todo lo dicho hasta aquí es gravísimo y está provocando la disolución paulatina del Estado. Pero ahora surge algo mucho peor, pues algunos insensatos comienzan a convocar a los causantes de nuestra desgracia para que sean ellos quienes solucionen ahora los problemas que crearon en el pasado.

Con ceguera absurda confían entonces en Vargas Lleras, quien fue la mano derecha de Santos en la destrucción de Colombia con el Acuerdo de paz. O en Pastrana, que se inventó la aberración del Caguán; o en Uribe, que nos impuso a Santos y a Duque, y además negoció en nuestro nombre el robo del Plebiscito; y a Duque, que nos entregó a la vorágine actual, porque fue incapaz de enfrentar el paro terrorista y de evitar el fraude electoral, pues resultó haciendo como presidente lo contrario de lo que prometió en la campaña electoral.

Finalmente, la misma clase política que nos ha conducido al actual desastre es la responsable de ejecutar la perversidad absurda de conceder indultos y amnistías a todos los terroristas que han destruido a Colombia.

Esa política ha sido la causa principal de la disolución del Estado de Derecho en los últimos 40 años, pues garantizó la más absoluta impunidad al secuestro, la extorsión, el robo, el asesinato y el terrorismo.

Para poder reconstruir a Colombia habría que excluir del gobierno a esa clase política corrompida y reemplazarla por gente honesta, con principios ideológicos y morales profundos, que tenga el valor de gobernar con las ideas por las cuales la gente los eligió. En todos estos años, esos políticos se hacen elegir prometiendo hacer determinadas cosas, pero cuando llegan al poder hacen exactamente lo contrario, sin que nadie les reclame por nada.

Sin apartar del gobierno a los políticos corrompidos, todos los esfuerzos que se hagan resultarán estériles, y no solucionarán absolutamente ninguno de los problemas que tenemos. Este debería ser el debate fundamental en esta noche profunda y oscura en que estamos, en donde la maldad ha tomado cuenta de la Patria y los buenos están acobardados sin hacer nada.

¿No dicen acaso que los buenos somos más? Verdad a medias, que termina siendo una mentira, porque los buenos en ningún caso son los cobardes que se esconden para no hacer nada.

¡Los buenos son únicamente los que tienen el coraje de enfrentar la tragedia!

Y esos no son muchos, sino más bien pocos. Pero serán suficientes para dirigir el País con la fuerza incontenible de la verdad, lo cual los hará poderosos, y entonces la Nación se podrá salvar, derrotando este sunami de maldad que se apoderó de Colombia y del mundo.