12/06/2024 | Por Miquel Giménez | La Gaceta de la Iberosfera

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Les propongo un ejercicio. Eliminen ustedes de todos los partidos y formaciones que han concurrido a estas últimas elecciones europeas siglas, colores, banderines y demás parafernalia que sirva para etiquetarlos. Y quédense con lo que dicen, lo que proponen, lo que les gusta y aquello ante lo que demuestran su más enérgica protesta. Verán que quienes defienden que no es posible seguir consintiendo la auténtica invasión a la que se ve sometida Europa son los mismos que defienden a los agricultores, ganaderos, pescadores, en fin, al primer sector, antes que a los que desde países de fuera de la Unión pretenden vendernos, a fuer de más baratos, productos de una calidad ínfima. Estos partidos son quienes defienden el derecho que tiene cualquier persona a no ir por la calle temiendo por su integridad física o que ya ni siquiera se atreve a meterse en determinados barrios de su ciudad natal. También son los que abanderan la reducción del gasto político, a saber, de lo que los estados —España está en los primeros puestos del ranking— se gastan en mantener costosísimas infraestructuras al servicio de los partidos tradicionales, mientras la gente que trabaja cada día se ve más y más empobrecida por los impuestos abusivos.

También son esos mismos partidos quienes hablan de la creación de políticas industriales y favorecedoras de los emprendedores explicando cómo puede hacerse, de la simplificación burocrática, de la incentivación de un mejor sistema educativo que forme en la excelencia y no en la gandulería, de una sociedad en la que junto a los derechos existan también los deberes, con una justicia respetada y una policía apoyada por sus políticos, en fin, una sociedad en orden, progreso, paz y que persiga al criminal mientras defiende al ciudadano honrado.

Bien, pues si ahora pone usted de nuevo las etiquetas verá que esos partidos son los que la izquierda macronista, la sanchista leninista, la de nariz arrugada, la izquierda caviar y bonvivant denomina, con pavor y asco, partidos de «extrema derecha». Son terribles, dicen, enarbolando las banderas de Hitler, de Mussolini, de Franco, metiendo el miedo en el cuerpo a quienes dicen que, hombre, todo eso que propone gente como Abascal, Meloni, Le Pen y otros son asuntos bastante razonables. Ahí está el meollo, señores pijo progres. Si triunfan como han triunfado en estos últimos comicios europeos formaciones como Fratelli d’Italia no es porque los italianos sean bobos o se hayan convertido en clones del fascio. Es, simplemente, porque Meloni habla de lo que pasa en la calle y no de lo que los de Davos quieren que se hable. Si Le Pen le ha dado una paliza histórica a Macron es porque, mientras este hace ver que juega a la geo estrategia mundialista, la otra habla de precios, de cosechas, de costes para mantener un pequeño negocio, del terrible problema delincuencial en las banlieus, de la pura realidad.

No los llamen «extrema derecha». Llámenlos extrema realidad.