15/06/2024 | Por Omar Bula Escobar

A juzgar por la mayor parte de los medios de comunicación, en las recientes elecciones del Parlamento de la Unión Europea (en las cuales se dio un verdadero sismo político), la que salió victoriosa fue la «ultra-derecha».

Otros, como el siempre pendenciero Presidente de Colombia, Gustavo Petro, llegaron incluso a calificar el resultado de «ascenso del fascismo al poder».

La verdad es que el uso de términos como «ultra derecha», «extrema derecha» o «derecha radical» por los medios de comunicación no es un fenómeno nuevo.

Estas etiquetas, y las comparaciones simplistas con el fascismo del siglo XX, han sido tácticas de propaganda diseñadas por la izquierda para infundir miedo y mantener el control ideológico desde hace mucho tiempo.

Aunque muchos aún aceptan estas narrativas, para una creciente porción de la sociedad, estos términos han perdido su poder y su significado real, e incluso se han convertido en objeto de burla.

No obstante, para aclarar el contexto, comencemos por examinar las razones fundamentales por las que tantas personas en Europa optaron por votar por la «ultraderecha».

Países con fronteras fuertes, preservación de la cultura y la identidad nacional – La política de fronteras abiertas y la inmigración masiva fueron factores clave en el comportamiento electoral en Europa.

La llegada de migrantes, principalmente de África y países de mayoría musulmana, la cual ha constituido en una verdadera «invasión», se ha traducido en un aumento de la violencia, el desorden y, en más de un caso, en verdadero caos.

Esto ha avivado temores sobre la seguridad en la ciudadanía y ha subrayado la necesidad urgente de preservar los valores, las culturas y las identidades nacionales de sus países.

Para poner solo un ejemplo, en países como Suecia, anteriormente elogiado por su ethos pacífico, las tasas de criminalidad, exacerbadas por una alarmante ola de violaciones, atracos y ataques con explosivos, se han disparado.

La ciudad sueca de Malmö está clasificada como número 76 entre las ciudades más peligrosas del mundo, prácticamente al mismo nivel de Teherán y Bagdad.

Políticas Verdes – Otro punto álgido fue la política ambiental. En las urnas, muchos europeos expresaron su desacuerdo con la agenda climática impulsada por la UE y delineada por el Foro Económico Mundial que dio origen al «Acuerdo Verde Europeo».

Este pacto, cuya meta es lograr cero emisiones netas para 2050, ha estancado las economías del continente y ha provocado un aumento sin precedentes en el costo de vida y los precios de los alimentos.

Es más, como mencioné en un boletín anterior, desde hace varios meses agricultores y camioneros protestan y bloquean las rutas de acceso a las grandes ciudades con tractores y barreras de estiércol, unidos en su oposición a políticas medioambientales que consideran “absurdas, extremas e inviables”.

Rechazo a la “cultura woke” – En varios países como Italia, Hungría y Bélgica, muchos votantes manifestaron su desacuerdo con lo que perciben como una imposición de políticas identitarias por parte de la UE y una falta de respeto a tradiciones culturales arraigadas.

Este sentimiento se ha articulado como una defensa de los valores tradicionales occidentales como la familia, el respeto a la fe, la libertad de expresión y la soberanía nacional, considerados bajo amenaza por parte de políticas de la UE y agendas globalistas.

En fin, yo no sé qué ven ustedes, pero yo no veo nada de “ultra”, ni de extremo, y mucho menos de fascista en todo esto.

Lo que yo veo son millones de personas del común expresando su deseo de recuperar una sensación de normalidad y ver políticas más alineadas con sus preocupaciones cotidianas.

Porque si de «ultra» se trata, lo que prevaleció en Europa no fue simplemente una tendencia política, sino un sentimiento profundo: el sentimiento del Non Plus Ultra, o del “no más allá”.

Esta expresión, derivada del mito griego de Hércules que marcó los límites del mundo conocido en las columnas del estrecho de Gibraltar, refleja la sensación de muchos europeos de haber llegado al límite de su paciencia y tolerancia.

Como una banda elástica que se estira hasta romperse, el voto masivo en las recientes elecciones marcó un firme «¡BASTA! ¡No más allá!» hacia las políticas globalistas que muchos perciben como invasivas e impositivas.

¿Y qué hay de América Latina en todo esto?

Es un hecho que todo cambio político significativo en el primer mundo tarde o temprano repercute sobre nuestros países, sin embargo, lo esencial aquí es comprender, tanto la naturaleza global de los cambios que se avecinan, como la advertencia que nos ofrece el viejo continente.

Es más, los motivos que llevaron a Europa a cambiar de rumbo, como la migración, las políticas climáticas y la cultura woke, ya hacen parte de nuestra realidad.

Ya es tarde para establecer nuestra línea roja – nuestro propio Non Plus Ultra.