16/06/2024 | Por Carlos Gustavo Cano | El Colombiano

Se nos están hundiendo la democracia liberal y las libertades en medio de la indolencia nacional. Son, ni más ni menos, síntomas inequívocos de la entronización del “castrochavismo” en nuestro país.

El artículo de la prestigiosa revista The Economist de su edición de 13 de junio pasado, Colombia’s leftist president is flailing, cuya traducción al español es “el presidente izquierdista de Colombia se agita”, con el subtítulo “sus intentos de reforma enfurecen cada vez más a los colombianos”, constituye un documento revelador de la visión internacional sobre lo que nos está pasando.

En adición a su contenido, cabe subrayar elementos sustantivos del asombro global que está despertando el régimen tiránico que nos gobierna.

Comenzando por el propósito de la estatización total, que es lo que significa para el jefe del Estado y sus asociados la tal “paz total”. Es decir, el control absoluto, sin tasa ni medida ni contrapeso alguno, de la salud; la educación; los fondos de pensiones; los fondos parafiscales, como el fondo nacional de café y demás rubros de la producción rural; las inversiones forzosas del sistema financiero privado en títulos para el financiamiento agropecuario y su reciente idea de extenderlas a la vivienda; las cámaras de comercio; la destrucción de la disciplina encarnada en la Regla Fiscal y su Comité Autónomo; la mengua y aún desaparición de la independencia de la autoridad monetaria en cabeza del Banco de la República; el asedio contra la libertad de expresión y la prensa independiente y sus voceros; el rompimiento de los valores éticos del gobierno corporativo del grupo empresarial Ecopetrol; etc., etc., etc…

Igualmente, en extremo grave es la campaña sistemática para arrasar a la oposición, como lo han denunciado voces tan autorizadas como la del empresario Carlos Enrique Moreno. Megacorrupción, compra de congresistas, jugosos contratos curtidos de mermelada, bodegas digitales de donde emergen claros linchamientos de los más caracterizados opositores.

Es el momento de divulgar y denunciar en adelante, de manera permanente e incesante, en el plano internacional, las prácticas del sátrapa. A nivel interno lo que hay es un vergonzoso y vergonzante amorcillamiento de la sociedad, con muy pocas y afortunadas excepciones, empezando por la generalidad de los partidos políticos, los gremios, grandes empresas que prefieren la comodidad de la negociación arrodillada en vez de la confrontación con carácter y firmeza, convirtiéndose de esa manera, como valientemente lo señaló Vicky Dávila en la convención bancaria, en cómplices de la tragedia que padecemos.

Se nos están hundiendo la democracia liberal y las libertades en medio de la indolencia nacional. Son, ni más ni menos, síntomas inequívocos de la entronización del “castrochavismo” en nuestro país. Idéntica y fiel fotografía a la de Venezuela hace un cuarto de siglo.

Urge dejar atrás los egos, las divisiones, las ambiciones mezquinas de poder, sacar adelante la generosidad frente a las nuevas y próximas generaciones, y rescatar los valores y principios que le dieron origen a nuestra república. Y así prepararnos para recuperar la sindéresis y la sensatez en las elecciones de 2026.