16/06/2024 | Por Mauricio Vargas | El Tiempo

Para ganar, Maduro tendría que activar un fraude monumental y se expondría al alzamiento popular.

A seis semanas de las elecciones presidenciales en Venezuela, dos opciones cargadas de incertidumbre están sobre el tapete: que Nicolás Maduro gane un nuevo período gracias a un gigantesco fraude, o que permita el triunfo de la oposición, que las encuestas vaticinan será por amplio margen. En el primer caso, haría falta una trampa de tal tamaño que derivaría en una revuelta de impredecible desenlace, aparte de agravar las sanciones internacionales contra el régimen. En el segundo, desafía la imaginación pensar que Maduro pierda y lo reconozca.

Una docena de encuestas de distintas firmas predicen que el candidato opositor Edmundo González, respaldado por casi todos los partidos antichavistas y aupado por la popularísima dirigente María Corina Machado —a quien el régimen le impidió ser candidata—, obtendría entre el 54 y el 61 % de los votos, contra Maduro, quien en su mejor escenario sacaría 26 %.

Un estudio presentado esta semana en Caracas por reconocidos analistas calcula que el 28 de julio, en las urnas, Maduro obtendría 4’100.000 votos contra más de 7 millones de González. Y eso que, aparte de inhabilitar a Machado, el régimen ha encarcelado a cientos de opositores y ha puesto un obstáculo tras otro a la presencia de observadores internacionales como los que quería enviar la Unión Europea.

“Aquí no nos engañamos, no es una elección en democracia, no es libre”, dijo Machado el miércoles, en rueda de prensa. Pero para sorpresa, incluso, de los líderes opositores, el régimen no ha inhabilitado a González —el período para hacerlo ya venció— y ha fracasado en su intento de dividir a la oposición alentando varias candidaturas menores.

El sólido apoyo de Machado a González ha eliminado a los demás, ninguno obtiene más que unas cuantas décimas en los sondeos. Y algo clave, el fervor popular que despierta Machado en calles y plazas indica que se rompió el lazo emocional que aún ataba a sectores humildes con el chavismo. Se han dividido las tareas, Machado de 56 años, se baña en multitudes mientras promueve el nombre de González, al tiempo que él, un curtido diplomático de 74 años que rebosa serenidad y bonhomía, envía mensajes de tranquilidad a Maduro y a los chavistas al garantizarles que, si gana, no los va a perseguir.

González ha sugerido la opción de un acuerdo que, en la práctica, amnistíe al actual presidente, a cuyo gobierno investiga la Corte Penal Internacional por delitos de lesa humanidad, y la justicia de Estados Unidos por narcotráfico. El presidente Gustavo Petro y su colega brasilero, Lula da Silva, han promovido ese acuerdo, y Washington lo respaldaría.

En cualquier caso, las cosas no se van a resolver el 28 de julio. Si Maduro —que controla a la autoridad electoral— impone un fraude, la presión internacional se redoblará y quién sabe qué ocurra a nivel popular. Si el régimen reconoce el triunfo de González, se abrirá un incierto período de transición, la posesión del nuevo mandatario podría tardar hasta el 10 de enero de 2025 y vendrían seis meses de altísima tensión.

Claro que si hubiese que apostar, sería extraño no inclinarse por la opción de un fraude monumental para que Maduro y sus secuaces sigan en el poder. Pero lo cierto es que, hace unos cuantos meses, nadie imaginaba que la candidatura opositora de González sobreviviría tanto tiempo y llegaría tan lejos, al punto de permitir que anide la ilusión.

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Alto costo. Una vez más, la lengua irresponsable del Presidente —al anunciar que los bancos tendrían que asumir inversiones forzosas— dispara el dólar, de $ 3.850 a $ 4.100 en unos pocos días, a un altísimo costo para el país. Ojalá los mercados entiendan rápido que imponer esas inversiones que tanto desequilibran el sistema financiero y la economía requiere una ley que no pasaría fácil por el Congreso y que, de hacerlo, tendría un duro examen en la Corte Constitucional.