25/06/2024 | Por Martín Jaramillo | La Silla Vacía

¿Y si planteamos un debate razonable?

Lo primero que toca aclarar con esta reforma pensional aprobada es que es tenebrosa por sus motivos, por su filosofía política y por su diseño técnico. Lo dijo de manera elocuente el economista Marc Hofstetter, el gobierno logró “una hazaña que parecía imposible: aprobar una reforma pensional que empeora el pésimo sistema que teníamos”. En cuanto a los pasos a seguir, solo hay dos caminos. Uno, demandar ante la corte. Y dos, escribir una contrarreforma para corregirla en 2026.

Más allá de esa claridad, la polémica del día está completamente alejada de lo fundamental, pero igual vale la pena explicarla. En la reforma pensional aprobada, específicamente en el artículo 23, quedaron reguladas las comisiones tanto de las aseguradoras, como de las Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP) y de Colpensiones.

Con las reglas anteriores, las administradoras de los fondos privados de pensiones le cobraban al ahorrador el 3% de su salario y quedaban encargadas de administrarle ese ahorro de por vida. Para una persona que gana un millón y medio de pesos, la administradora le cobra el 16% para los aportes a pensiones, de los cuales 45,000 pesos corresponden a la comisión que toma la administradora por prestarle los servicios de por vida. Si usted se va al exterior, por ejemplo, y no cotiza durante diez años, usted no verá un solo cobro en su cuenta porque los 45,000 pesos ya costearon ese servicio. Un solo cobro, vitalicio.

Con las reglas actuales, quedan dos comisiones distintas para distintos públicos:

Una, del 0,8% del valor administrado anual para aquellas personas que ganen más de 2.3 salarios mínimos y —dadas las reglas nuevas— coticen en un fondo privado. Es decir: si con las nuevas reglas usted cotiza cien mil pesos a pensión, le cobran una comisión del 0,8% del saldo de su cuenta de ahorro pensional cada año, como se hace en el resto del mundo.

La segunda —y esta es la polémica— es que en el artículo que habla de la transición de un sistema a otro, se autoriza una comisión del 0,7% —de nuevo, sobre el saldo anual— a los ahorros que uno ya tiene. Mejor dicho, los cien mil pesos nuevos quedan con el 0,8% anual, y los 10 millones que uno ya tiene ahorrados van a empezar a pagar un 0,7%, que es lo que las AFP argumentan que les cuesta administrar ese ahorro en favor de los colombianos. De hecho, ese 0,7% no aplica para los la totalidad del ahorro actual, como falsamente reportó Bloomberg en esta nota, sino más bien a la mitad, puesto que excluyen de la comisión a los pensionados, al Fondo de Garantía de Pensión Mínima (FGPM), al régimen de transición y a los afiliados de retiro programado.

No son dos comisiones al tiempo por el mismo servicio, sino dos servicios, cada uno con una comisión proporcional al saldo, como debe ser.

Dicho eso, entremos a la polémica del día, y es que se le está acusando injustamente a la Asociación Colombiana de Administradoras de Fondos de Pensiones y de Cesantía (Asofondos) de traicionar a los colombianos apoyando una reforma a cambio de “millonarias” comisiones que se derivan de ese artículo que explicamos. La realidad es un poco más compleja, espero arrojar algo de luces. Acá unos puntos, enumerados para que los críticos puedan señalar con precisión si están, y en qué parte están en desacuerdo.

1. Las comisiones cobradas por el sistema pensional en Colombia han sido equivocadas desde su origen…

…pero no precisamente por el monto (son de las comisiones más baratas, según la Ocde), sino por la forma en la que se cobra. Veámoslo por partes.

  • a. La forma en la que se cobra es un esperpento. Cobrar tres puntos porcentuales de los 16 de cotización (dentro de los cuales un 1.5 es un impuesto redistributivo) es un dinosaurio sin precedentes en otras latitudes.
    • i. Es mala idea cobrar toda la comisión de administración de por vida en un solo cobro.
    • ii. Está mal calcular el porcentaje sobre el ingreso base de cotización (IBC) y no sobre la cotización.
    • iii. Está mal no cobrar un monto dependiendo del tiempo y el valor total administrado.
  • Todas esas son malas prácticas de comisión por administración de activos, pero son las que ordena la ley. Nos faltó insistencia a los economistas en años anteriores para exigir su reforma.
  • b. El monto no es el problema. Esto lo dice la Ocde con información de la Superfinanciera. Cuando uno coge ese 3% de cobro, le resta los seguros obligatorios que ordena la ley (y que son tan mal negocio que ni las aseguradoras del mismo grupo los quieren tomar), y lo divide en el tiempo promedio, la comisión resulta ser, en el peor de los casos, comparable con países similares y países desarrollados. Y, de igual forma, es la misma comisión que cobra Colpensiones, con un peor servicio y un trabajo mucho más fácil (es más sencillo repartir plata como tesorero que administrarla y multiplicarla a lo largo de los años).

2. La proposición que se introdujo es debatible, faltaba más que no lo fuera, pero soluciona en buena parte ese problema

  • a. Las AFP pueden sobrevivir cobrando un flujo a la entrada y administrando gratis el ahorro de por vida (como han hecho hasta ahora). También pueden vivir perfectamente de no cobrar una comisión a la entrada, pero un cobro mensual razonable de por vida. Como bien señalan los críticos, sería absurdo cobrar dos veces por lo mismo (a la entrada y sobre saldo mensual). El problema de la transición es que quedan las AFP administrando gratis lo ahorrado (los famosos 420 billones) solo con las comisiones del flujo (un 20% máximo de ese monto). Esto es una receta garantizada para la quiebra del sistema privado de pensiones y así lo debía saber la opinión pública.
  • b. ¿Por qué? Porque las administradoras tienen que pagar nómina, sistemas, arriendos año a año. En el periodo de transición, tienen que atender a 18 millones de afiliados, pero cobrándole comisiones solo al 10% de ellos. ¿Cómo van a mantener las oficinas, los asesores, las comunicaciones, los administradores, etc., para atender a 18 millones de colombianos? Eso es imposible. Salvo que uno quiera quebrar el sistema privado de pensiones, una proposición similar era necesaria en una reforma como esta.
  • c. Ahora, esa proposición está lejos de ser perfecta. Primero, porque el deber ser es que ese “control de precios” no lo haga la regulación sino el mercado. El hecho de que sean pocos los jugadores la hace necesaria, pero en principio ese no debería ser el enfoque. Segundo, porque el 0,7% es más bien arbitrario y tuvo poco debate. Al parecer (según lo que se ha explicado en público), ese es el porcentaje que ahorra unos ingresos similares para las AFP al de este año. La Ocde calcula que la transformación de cobro a la entrada del 3% para uno sobre saldo da un 0,65%, ese parece ser un buen punto de partida.
  • d. Si algún crítico señalara que están cobrando la misma plata por muchos menos afiliados, algo de razón tendría en principio, pero la pierde con un análisis más detallado. En la transición de un sistema a otro, los costos que como sociedad le imponemos a una AFP (en forma de demanda de servicios) deberían ser parecidos a los actuales en el año uno (porque el trabajo es fácilmente el mismo o mayor) y parecidos al 20% de los actuales en el año 20 (en donde los afiliados y el saldo administrado ya es solo esa fracción del anterior). Cualquier crítica que sea dicotómica (altos/bajos con un solo dato) es simplista y equivocada: se tiene que ver la senda de ingresos.
  • e. Creo, eso sí, que Asofondos cometió un error al no dar una discusión más abierta sobre este 0,7%, sobre las exclusiones de pensionados actuales y afiliados en transición y sobre el contrato social que permite tener esa proposición a la hora de mantener al sector privado en la película. La opinión pública hoy en día es mucho más caprichosa que antes, y no va a dejar pasar un tema tan importante sin la discusión suficiente. Del actual gobierno en materia técnica y de discusión democrática nadie espera mucho, pero hay otros actores que pudieron liderar esa discusión

3. El debate público fue absolutamente vulgar y mezquino, en donde el único perdedor fue el sector privado. Colombia merece más

  • a. El error que cometió Asofondos, creo yo, fue de buena fe y actuando siempre con integridad ética. La labor de un gremio es mandar proposiciones para mejorar el proyecto que se esté discutiendo, y debatiendo en público sobre la conveniencia o inconveniencia del proyecto en general. En absolutamente todas las comunicaciones del gremio se rechazó de manera categórica la idea de que esta era una buena reforma pensional, eso no es excluyente con la labor de mejorar el texto en la medida de lo posible.
  • b. El sector privado entró en una dinámica inconveniente en la discusión pensional que terminó perjudicándonos a todos. Primero, algunos opinadores antireforma acusaron de manera irresponsable a Federación de Aseguradores Colombianos (Fasecolda) de faltas éticas cuando se decantó por apoyar de forma pública la reforma pensional en su último debate exponiendo sus razones. Segundo, un medio privado acusa a Asofondos —sin pruebas— de faltas éticas en negociaciones para apoyar una reforma pensional que nunca apoyó. Por último, la opinión pública, que suele ser amigable a iniciativas privadas, terminó condenando tanto lo uno y lo otro, debilitando la misión conjunta de defender el papel de la empresa privada en el sistema de seguridad social de los colombianos. El debate terminó no en un desacuerdo razonable donde tenemos visiones distintas del sistema de protección social colombiano y la situación política, sino en un pantano de acusaciones perjudiciales para todos y sin sustento fáctico.
  • c. Está claro que es difícil para el sector privado navegar un gobierno tan hostil con su participación, con su representación y con la institucionalidad establecida para esa influencia. Decretos, resoluciones, reformas, multas, infamias, acusaciones, confrontaciones: el gobierno tiene todo sobre de la mesa para avanzar —con límites éticos e institucionales blandos— en su agenda de estatizar los sistemas económicos colombianos. No estoy diciendo que es fácil para el empresariado navegar una discusión técnica a esta velocidad, con unas redes todavía más veloces y una contraparte con métodos tan diferentes. Eso sí, está claro que pudo ser mejor. En una discusión que, como intenté demostrar, es más que razonable, terminamos en un pantano del que no va a ser fácil salir.