2/12/2023 | Por Francisco José Lloreda Mera | El País

Con un ingrediente no menor: el odio del presidente a la economía de mercado fundada en la iniciativa privada, que no se supera con un tinto hipócrita con los empresarios.

Por qué le cuesta tanto trabajo ver con claridad lo que es real y goza de visión perfecta para ver como real lo que no es. Lo real es que la economía del país va de mal en peor por culpa principalmente del Gobierno Nacional; lo irreal, que sea atribuible al Banco de la República y a la contracción global; estos factores sin duda inciden, pero no son suficientes para explicar el decrecimiento y en especial, la caída en la inversión.

En el III trimestre del año, la economía decreció 0,3% cuando en el mismo período del 2022 creció 7,3%. Como lo señalan varios analistas, desde la pandemia no se registraba una caída tan fuerte en al Producto Interno Bruto, PIB. A lo que se suma, una tasa de desocupación del 9,4% y una inflación del 10,4%; si bien estas han disminuido, la generación de empleo formal se ha ido deteriorando.

En el último año, cayó la manufactura (-6,2%), el comercio (-3,5%) y la construcción (-8,0%). Se registra, además, una caída importante en producción textil (-18,8%), transformación de madera (-9,2%), la construcción de edificios residenciales y no residenciales (-5,0), carreteras, ferrocarriles y servicios (-15,0%). Y en el sector de alojamientos y comidas, termómetro del turismo redentor, la caída fue del 4,5%.

Un indicador igual o más preocupante que el PIB es la inversión, que pasó de crecer 14,6% en el tercer trimestre de 2022 a decrecer 11,0% en el mismo período en 2023. Una caída vertiginosa que explica la gravedad de la crisis. Como lo dijo acertadamente el exministro José Manuel Restrepo en el Congreso de Fitac (gremio de logística y de comercio exterior), “sin inversión no hay crecimiento ni empleo”.

Indica el presidente Petro que ello se debe a que el Banco de la República no ha querido disminuir la tasa a la que le presta al sector financiero y a una baja ejecución de la inversión pública. No es tan sencillo. La inflación ha cedido y seguro el Banco analizará la conveniencia de revisar la tasa, pero como lo señala el economista Oskar Nupia, “la caída no solo se debe a una cuestión de altas tasas, existe una gran incertidumbre”.

Incertidumbre paralizante, agravada por dos hechos inobjetables: la perversa reforma tributaria del 2022 que asfixió la economía a sabiendas de que venía una desaceleración y la lentitud en la ejecución del gasto público. Pero hay tres adicionales que tienen en ascuas al país: los proyectos de reforma laboral, pensional y a la salud que cursan en el Congreso, el deterioro de la seguridad y el orden público, y el enigma de la Paz Total.

Con un ingrediente no menor: el odio del presidente a la economía de mercado fundada en la iniciativa privada, que no se supera con un tinto hipócrita con los empresarios. Lo dijo el exministro Juan Camilo Restrepo: “Colombia tiene un sector privado que pesa 80% de su economía; no puede ser que el Gobierno, día y noche, esté tirándole piedras al sector privado y desacreditándolo”. Quién invierte tranquilo en esas circunstancias.

Es entonces una combinación de factores con un impacto específico en cada sector y en cada uno de los hogares colombianos, lo que explica el preocupante comportamiento de la economía y que se sintetiza en un concepto trillado, pero realista: no hay confianza. No la hay en el Gobierno y en especial, en el presidente. Lo más importante para quien piensa invertir uno o millones de pesos, es un mínimo de confianza en el futuro del país. Futuro ensombrecido por un mandatario que no ve lo obvio y solo piensa en destruir.