12/12/2023 | Por Eugenio Trujillo Villegas | Director: Sociedad Colombiana Tradición y Acción | trujillo.eugenio@gmail.com

La primera semana de diciembre pasará a la historia de Colombia como un ejemplo de corrupción y de insensatez de la poco honorable Cámara de Representantes.

Fue aprobada la ley de reforma a la salud, en contra de las alarmantes objeciones de todas las entidades de salud, universidades, médicos, usuarios y sectores empresariales. Todo el país alertó a los congresistas por lo absurdo, inconveniente, antitécnico y anticientífico de esa reforma, que será el fin del sistema de salud para 50 millones de colombianos.

El actual sistema de salud es excelente

En Colombia la salud se viene prestando desde hace 30 años a través de una alianza entre el sector privado y el Estado, que atiende eficientemente a casi el 100% de la población. La mitad de los usuarios pagan un seguro mensual por el servicio de salud en proporción a sus ingresos y la otra mitad es subsidiada por el Estado. Todos son bien atendidos por la misma red privada de consultorios médicos y clínicas, con acceso a medicamentos gratuitos.

¿Se afirma que tiene defectos? Claro que sí y esto nadie lo ha negado. No existe ninguna institución humana que no los tenga y es obligación corregirlos. Pero de allí a desmantelar el sistema, suprimir la eficiente administración de una veintena de EPS privadas que hay en la actualidad, cancelar los servicios de miles de clínicas y hospitales privados por todo el país y reemplazarlo por 25.000 Centros de Atención Primaria (CAPS) que todavía no existen y que nadie sabe cuánto costarán, ni cuándo los construirán, es una aberración socialista que hará colapsar la salud.

Todo lo que hace el Estado lo hace mal, y es inconcebible que ni siquiera está previsto un plan de empalme, que requiere una administración colosal.

El presupuesto anual de la salud, que ahora es de 80 billones de pesos (US 20.000 millones de dólares), pasará a ser el mayor rubro presupuestal del Estado, por lo cual se convertirá en un apetecido botín para los corruptos. ¡Esta es la razón por la cual la politiquería quiere administrar la salud!

¡Que ningún iluso piense que es porque quieren atender mejor a los enfermos!

Además, se obligará a los usuarios a empadronarse donde el Estado exija, perdiendo la libertad de escoger nuestro operador de salud. Será administrado por alcaldes y gobernadores, lo cual es el primer paso para caer en manos de la política corrupta. Ya no será un sistema administrado por profesionales expertos, sino por políticos que atenderán a sus secuaces, dejarán morir a los que no votan por ellos y se robarán el presupuesto de la salud.

Destruir el sistema de salud es propiciar un genocidio

¡En otras palabras, esa reforma provocará un genocidio! Nadie desconoce la ineficiencia y la corrupción de la administración del Estado, que todo lo transforma en abandono, ineficiencia y corrupción.

En la misma ley se establece que solo será auditada el 15% de las cuentas del sistema, lo cual abre las compuertas para que el 85% restante sea entregado a la rapiña de los lobos. Esa catástrofe hará que la gente morirá en la puerta de los hospitales sin poder acceder a ellos, porque serán administrados por la politiquería.

¿Cómo llegamos a este desastre? Para poder aprobar la reforma, lo que hubo fue la más rampante corrupción a la vista de todos. Los responsables son los mismos que destruyeron la salud de Bogotá entre 2012 y 2015, cuando Petro fue el alcalde. El ministro de salud, Guillermo Jaramillo, y la exministra Carolina Corcho, fueron los artífices de esa debacle. Y por supuesto, el presidente Petro, que solo sabe destruir las instituciones que funcionan.

Para que la Cámara de Representantes aprobara la reforma corrieron ríos de dinero en sobornos, prebendas y puestos públicos ofrecidos a los congresistas y a los partidos a cambio del voto. Ahora el proyecto pasará al Senado, en donde es de esperar que las cosas sean diferentes y prevalezca la sensatez, para que la totalidad de la reforma sea rechazada. Por último, será la Corte Constitucional quien tendrá la última palabra para decidir si fue aprobada de acuerdo con procedimientos legales, libres de corrupción, y si la reforma no es un atentado contra el derecho a la salud de los colombianos.

Colombia quisiera saber cómo fue que el ministro de Gobierno consiguió hacer aprobar la reforma. Por un lado, compró las conciencias de los indignos directores de los partidos liberal y conservador, que ahora son incondicionales del petrismo, llenando de ignominia esas instituciones que se han prostituido en forma vil e indecente.

Por otro lado, los congresistas de los demás partidos fueron convencidos individualmente, gracias a las dádivas ofrecidas a cambio del voto. Como si fuera un mercado espurio donde se compran y se venden conciencias y lealtades, los congresistas fueron sobornados para votar la reforma a la salud.

Es de esperar que los colombianos no olviden nunca la infamia cometida por estos congresistas, para que jamás vuelvan a votar por ellos. Si hay en Colombia alguna entidad que sea objeto del repudio generalizado desde hace muchos años, es el Congreso de la República. Su reconocimiento está al mismo nivel que el de los grupos guerrilleros y terroristas y sobra decir que no tiene ninguna aprobación, ni credibilidad, por parte de la opinión pública.

Hay en el Congreso algunas excepciones honrosas, sin la menor duda. Conozco personalmente a algunos de esos congresistas que son honrados y que trabajan por el bien del País, pero son muy pocos. El resto, y especialmente los que votaron la reforma a la salud, solo merecen rechazo e indignación. Pronto se les cobrará el deshonor y la traición que han cometido contra su investidura y sus electores.

¡Votos conseguidos con sobornos! ¡Trámites de la reforma aprobados con trampas! Así, lo único que consiguen estos congresistas es tocar las campanas del funeral de sus propios partidos, algunos de ellos con una historia centenaria, porque ellos mismos ponen en evidencia ante el mundo el lodazal de corrupción en el que se han sumergido.

Que nadie tenga la menor duda que el País les pasará la cuenta de cobro por tanta infamia, pues nos conducen a la miseria del socialismo y a la dictadura de la extrema izquierda, que es el fin de todas las libertades legítimas.