10/05/2024 | Por Juan José Gómez

Doña Helena Baraya de Ospina

Tenía cerca de noventa años cuando entregó su alma al Creador, pero conservaba una gran lucidez mental y una comprensión extraordinaria de todo lo que ocurría en el país o en “sus dominios”, que eran su internacional y numerosa familia, la casa campestre donde residía a la que su fallecido esposo Mariano había bautizado con el nombre de “Pan de Azúcar”, la Fundación Mariano Ospina Pérez que presidía, el blog La Linterna Azul que había fundado también con su esposo y que dirigía en compañía de quien esto escribe, y un amplísimo círculo de importantes personalidades y personas comunes residentes en el país y en el amplio mundo con las cuales mantenía un permanente contacto tanto epistolar como personal, pues debe advertirse que viajaba con tanta frecuencia y a lugares tan lejanos que era la feliz titular de miles de millas aéreas que usaba u obsequiaba según lo permitían el talante y la apretada agenda de doña Helena Baraya de Ospina.

Ella en Bogotá o en Nueva York o en Madrid y yo en una fresca y agradable zona rural del municipio de Girardota, Antioquia, todas las noches conversábamos vía WhatsApp por un lapso mínimo de dos horas, durante las cuales con ella llevando la voz cantante debatíamos sobre el contenido de la edición de La Linterna Azul del día siguiente, no siempre coincidiendo en las apreciaciones y tratando cada uno de hacer valer sus razonamientos, hasta que bien sea por cansancio, bien porque finalmente uno de los dos aceptaba el punto de vista del otro o alguna vez porque ambos terminábamos coincidiendo en que el asunto no valía la pena, pasábamos a otro tema periodístico o a uno más agradable que solía referirse a la “chismografía” política, a los recuerdos de personas y cosas del pasado (yo colaboraba con su esposo y con ella desde hacía más de medio siglo) o a comentar sobre personas y temas de actualidad que por alguna razón importaban a uno o a otro o a ambos Lo cierto es que la edición quedaba definida y muy pocas veces y salvo en casos realmente excepcionales se registraban modificaciones de última hora.

En el día de hoy se cumplen dos años de la partida de doña Helena para el encuentro con el Creador. Ella era tan organizada y tan valiente y estaba tan preparada para ese solemne y terrible momento que ya había dispuesto todos los detalles para sus exequias: el sitio de su velatorio, el templo donde se efectuaría la ceremonia religiosa, los concelebrantes, el arreglo del altar, la música que se escucharía, los intérpretes, una bella carta de despedida dirigida a toda su familia y amigos, el lugar de su descanso final y hasta los detalles de la reunión post mortem de sus familiares. No abrigaba ningún temor en su viaje porque su vida había sido limpia, transparente, generosa y fecunda.

Su excelente labor, además de la que cumplió como esposa y madre de familia, había sido realizada con óptimos resultados porque había mostrado en todos los lugares donde vivió solidaridad y caridad cristianas; había trabajado con denuedo por dar a conocer a Medellín, posicionándola como una de las más bellas y atractivas ciudades de Latinoamérica, de tal manera que gracias a sus esfuerzos la capital antioqueña había comenzado a figurar en los mapas turísticos de ambos hemisferios; había cooperado con éxito en la carrera empresarial, política y diplomática y de su esposo, Mariano Ospina Hernández y lo había acompañado y estimulado en su brillante trayectoria científica.

De igual manera se había vinculado con entusiasmo y creatividad en una meritoria tarea cívica, política y cultural en su Bogotá natal, como cofundadora del Centro de Pensamiento y Acción Foro Atenas, el periódico La Linterna Azul y la Fundación Mariano Ospina Pérez cuya Junta Directiva presidió y en tal calidad creo y dotó un museo que conserva objetos personales, dibujos, manuscritos, libros y elementos varios de su suegro el presidente Marino Ospina Pérez y de su esposo el estadista y científico Mariano Ospina Hernández. Por lo demás no solo arbitró recursos que le permitieron a la entidad continuar con su noble objeto social en beneficio de los campesinos colombianos, sino que consiguió con la ayuda del ICETEX duplicar el premio anual que otorgan ambas instituciones a estudios y proyectos agropecuarios de beneficio para la ruralidad colombiana, elaborados por jóvenes profesionales o estudiantes avanzados que pueden obtener becas de especialización en universidades extranjeras.

A dos años de su fallecimiento cuanto extrañamos a esta amable señora que dejó huella tan profunda en los corazones de quienes como amigos tuvimos el privilegio de conocerla y de colaborar con ella. Su nobleza nos emociona, su gentileza nos admira, su recuerdo conlleva el perfecto ejemplo de lo que pudo lograr una dama que supo brillar por el triple encanto de un notable talento, una clásica belleza y una elegante sencillez. Que descanse en la paz del Señor.