24/05/2024 | Por Eugenio Trujillo Villegas | Director: Sociedad Colombiana Tradición y Acción | trujillo.eugenio@gmail.com

A partir del primer día de este mes de mayo comenzó a operar el nuevo sistema de salud que el Gobierno le quiere imponer a los colombianos, teniendo como “conejillo de indias” a FECODE, el sindicato marxista de los maestros.

FECODE ha sido un aliado incondicional de este gobierno. Desde hace décadas es responsable por el adoctrinamiento marxista de los niños y jóvenes que estudian en colegios y universidades públicas. Sus directivos le donaron a la campaña presidencial de Petro $500 millones, lo cual es ilegal, pues los sindicatos no pueden financiar campañas políticas.

Pues bien, gracias a esa afinidad ideológica, el Gobierno decidió agradecerles inaugurando con ellos el nuevo sistema de salud.

Un sistema de salud catastrófico

El resultado es una catástrofe. Lo que funcionaba bien ha sido reemplazado por el caos, la imprevisión, la descoordinación y la irresponsabilidad. Los maestros y sus familias se agolpan por millares en los centros de salud y no los atienden. Nadie sabe quién tiene ahora la obligación de atender la salud de 300.000 maestros, que con sus familias suman 800.000 personas.

El responsable de semejante desastre es el ministro de Salud, Guillermo Alfonso Jaramillo, quien es una especie de agitador bolchevique que ha dedicado su vida a destruir la salud de los colombianos. Lo hizo cuando fue secretario de Salud de Bogotá durante la nefasta administración de Gustavo Petro, en donde llevó a la quiebra y entregó a Salud Capital a los lobos de la corrupción, la empresa que atiende a los pobres de Bogotá.

Y ahora está demoliendo el sistema privado de salud, para reemplazarlo por uno estatal. Pero si acontece lo que estamos viendo con estos 800.000 afiliados de FECODE, no podemos imaginar lo que pasará cuando ese sistema fallido atienda la salud de 50 millones de colombianos.

El nuevo sistema de salud diseñado para los maestros no tiene contratos que reglamenten la atención con ningún hospital, ningún laboratorio, ningún proveedor de medicinas y ningún médico especialista.

Sencillamente, el ministro no previó que al cancelar el sistema de salud antiguo, el nuevo ya debería estar listo para funcionar. Eso es una evidencia elemental que el menos inteligente de los seres humanos debería prever. Pero el ministro no lo hizo así y ahora sale enfurecido por los medios diciendo sandeces y reclamando a otros con insultos por el cataclismo creado por orden del presidente Petro, según lo afirma el ministro.

Según sus palabras: “… hay que obedecer al presidente y los problemas se arreglan después”. Pero la realidad es que los pacientes, muchos con enfermedades graves, no saben dónde serán atendidos, ni por qué médicos, ni quién les dará las medicinas que necesitan.

Burocracia, incompetencia y corrupción

Los gritos del ministro, que toda Colombia ha escuchado, evidencian que este es un proceso macabro para llevar a miles de personas hacia la muerte. A ninguno de los burócratas bajo su mando se le ocurrió que había que firmar contratos con las entidades que se iban a hacer cargo de la salud del magisterio. Tampoco, que previamente se deberían fijar las tarifas que el sistema debería cobrar por cada procedimiento médico, desde una elemental consulta hasta la más compleja cirugía. Y que alguna empresa debería proporcionar las medicinas que necesita esa inmensa población.

A ninguno de estos sabios de la muerte se le ocurrió que algo tan complejo se debe planificar. Ellos creen que con solo vociferar consignas políticas al más puro estilo bolchevique, la atención en salud se presta por arte de magia.

Esa catástrofe es mucho más que una estupidez y una improvisación inaceptable. Es un crimen cometido por el Estado contra una población inmensa de colombianos. Tiene el agravante de que ese servicio no es gratuito, pues los maestros pagan altas sumas de dinero por su salud. Y tenían una buena atención, pues ellos, que protestan por todo y contra todo, porque son a favor del comunismo y en contra del sistema de libre empresa, nunca antes reclamaron contra su anterior prestador del servicio de salud.

En otras palabras, lo que se hace con FECODE es un genocidio. Los están dejando morir en las calles sin atención médica alguna, porque hasta ahora nadie sabe quién los debe atender. El ministro acusa de la catástrofe a la empresa Fiduprevisora, un gigantesco ente estatal corrupto y paquidérmico que se dedica a otras actividades, y de sorpresa se convirtió en administrador de un enorme sistema de salud, sin tener la menor idea de hacerlo.

Pero hay algo más, que no se ha dicho. Fiduprevisora es una de las cuotas burocráticas que el Gobierno de Petro le entregó al Partido Conservador, y a su jefe el senador Carlos Andrés Trujillo, para que sea saqueada a su antojo a cambio de su apoyo en el Congreso de la República.

Esa es la forma de comprar los votos que se necesitan en el Congreso para aprobar las reformas, que igual a como pasa con la salud, nadie del gobierno sabe cómo se va a manejar el nuevo régimen de pensiones, ni cuánto costará esa reforma, ni cuáles serán las consecuencias de la reforma laboral, ni cómo se van a reemplazar los ingresos y los empleos que generan el petróleo, el gas y el carbón.

Ellos solo quieren destruir el País para imponer el caos, en medio del cual convocarán una “asamblea constituyente” apuntalada con los fusiles de la subversión.

¡Triste situación la de los maestros! Educan a los niños, pero no cuestionan algo que sin duda saben, y es que todas las doctrinas que enseñan las aprendieron en las cloacas de Marx y Engels, y solo sirven para llevarnos a la muerte, a la miseria y a la pérdida de las libertades.

Deberían abrir los ojos para evitar que sus 800.000 afiliados sean conducidos como borregos al matadero, dirigidos por una minoría de activistas marxistas que son los amos y señores de FECODE.

En cualquier nación sensata, un ministro así ya estaría destituido y sobre él habría todo tipo de investigaciones y procesos. Pero quienes las deberían hacer en Colombia no las hacen, pues son cómplices de la demolición del País.