12/06/2024 | Por Andrés Espinosa Fenwarth | Portafolio

Para un paciente de cáncer, estar agradecido por el hecho de estar vivo no es poco. Por el contrario, nunca es demasiado agradecimiento con la vida.

La cultura estadounidense es la única en celebrar todos los años, el día de Acción de Gracias. Festividad promovida por Abraham Lincoln en 1863 en medio de la Guerra de Secesión para honrar el éxito de la primera cosecha. En nuestro tiempo, el agradecimiento es uno de los sentimientos más poderosos, más gratificantes que existen.

En la salud, y especialmente en la enfermedad, cuando termina un largo tratamiento, como fue mi caso, Claudio Coelho consideraba que es mejor no pensar en el sufrimiento que fue necesario afrontar, sino en la bendición de Dios que permitió la cura.

Desde la perspectiva de mi salud, el paso del tumor maligno en la sangre a la remisión de un linfoma estadio 4 de alto riesgo, todo es un milagro de Dios, de los galenos, de mi esposa Adriana y de mi hija Lalita, de mis hermanos, de mis queridos amigos, de mis colegas. Parodiando a Einstein, solo hay dos formas de vivir la vida después del cáncer, una es pensando que nada fue un milagro, y la otra, creer que todo lo fue.

El agradecimiento es un sentimiento maravilloso, que se atesora en el corazón, pero que se esculpe en la memoria. El neurocirujano, el doctor Remberto Burgos, escribió en una columna en el diario El Heraldo, que si bien la gratitud es un proceso cognitivo de voluntades, su presencia genera neurotransmisores que impactan favorablemente al ser humano. La dopamina, la serotonina y la sustancia química del afecto, la oxitocina, producen de forma natural un estado de bienestar individual, que es menester cultivar para que el cerebro se sienta pleno, para que se colme de entusiasmo el corazón. La gratitud, además de ser un antidepresivo natural, elimina las emociones tóxicas, regula el estrés, reduce el dolor, ahuyenta la angustia y mejora la calidad del sueño.

La gratitud es una herramienta eficaz para luchar contra el último suspiro en la búsqueda de una mejora física y emocional. La gratitud es una poderosa medicina para el alma rota por el cáncer. Como la gratitud proviene del interior, refleja lo mejor del ser humano. Con voluntad, la gratitud es algo que se puede desarrollar y trabajar, día por día, todos los días. La gratitud es la raíz del bien en la tierra, como sostiene, sabiamente, el Dalai Lama. Nada es más noble que un corazón agradecido, decía Séneca.

Para un paciente metastásico de cáncer, estar agradecido por el hecho de estar vivo no es poco. Por el contrario, nunca es demasiado agradecimiento con la vida por haber podido cruzar las torrenciales aguas, color rubí, del Rubicón, de la rigurosa quimioterapia intrahospitalaria y el autotrasplante de médula ósea en la espléndida Clínica Marly de Bogotá.

¡Agradecido, sí, por estar vivo, bien y mejorando!