23/05/2024 | Por Alberto López Núñez

La civilización occidental a la que me refiero la equiparo con la parte del mundo en la que impera la democracia liberal, es el mundo que se construyó a partir de la herencia cultural judeo-cristiana, perpetuado por las civilizaciones greco-romana y en la que a partir de las revoluciones americanas y francesa se establecieron regímenes republicanos que evolucionaron hacia la democracia liberal actual, básicamente corresponde a Europa, América y algunos países de Asía y Oceanía (Japón, Corea del Sur, Taiwán, Israel, Australia y Nueva Zelanda principalmente).

Lo que distingue a esta civilización occidental es el predominio de un régimen de democracia liberal en lo político y del capitalismo en lo económico. Gracias a esa combinación se ha tenido en los últimos 200 años el mayor desarrollo económico y social de toda la humanidad. Imperan la libertad y el respeto de los derechos humanos, la alternabilidad de los gobiernos y el respeto de las minorías, el progreso económico, la disminución de la pobreza y un alto nivel de desarrollo científico y tecnológico. El mayor apogeo de esta civilización la encontramos en el período que coincidió con la mayor expansión de la democracia liberal y del capitalismo, el de la “pax americana” que se instauró a partir del fin de la II Guerra Mundial y que vivimos actualmente.

Pero no se puede negar que estamos en un período de declive de esta civilización, en los 90 con la derrota del comunismo se pensó que se llegaría a un predominio de esta civilización, pues ya no había un contendiente de peso a este régimen, la expansión de la democracia y del capitalismo estaban en su apogeo y se presumía que se podía llegar a un período de larga duración de preponderancia liberal, lo que Fukuyama llamó el “fin de la historia”.

Lamentablemente estaba equivocado, y un teórico político en esos mismos años, Huntington planteó lo que estamos viviendo ahora: el choque de las civilizaciones. Basado en la obra de Toynbee, Huntington planteó que:

Los Estados-nación seguirán siendo los actores más poderosos del panorama internacional, pero los principales conflictos de la política global ocurrirán entre naciones y grupos de naciones pertenecientes a diferentes civilizaciones. El choque de civilizaciones dominará la política global. Las fallas entre las civilizaciones serán los frentes de batalla del futuro.

Copiando el esquema de Huntington diríamos que a la civilización occidental (junto a la japonesa) se le enfrenta hoy en día una alianza de las civilizaciones ortodoxa (Rusia), sínica (China) e islámica. Esto explica lo que está sucediendo hoy: el totalitarismo oriental de Rusia-China-Irán está poniendo en jaque a la civilización occidental.

Ahora bien, cabe preguntarse, por qué precisamente después del apogeo de esta civilización es que ocurre este declive de la civilización occidental. La respuesta está en que esta tiene un enemigo más terrible que la alianza exterior planteada y es el enemigo interno, representado por el progresismo.

Este movimiento retomó el ideario de lucha contra la civilización occidental del comunismo, basándose en la estrategia de Gramsci, mutó la lucha de clases económicas por una guerra cultural entre grupos identitarios y se basó en la toma del poder por medio de la cooptación de los grupos dominantes que Gramsci plantea, los de la cultura y la educación.

Desde los 60 el progresismo se tomó los entes que dominan la reproducción de valores societales: la educación, la academia, los medios e inoculó a la juventud con la ideología de la pérdida de los valores occidentales. El discurso dominante pasó a ser el de la relatividad cultural y la diversidad, se luchó para derribar los valores tradicionales, religión, familia, empresa.

La declinación de la clase obrera en el mundo, dado el progreso económico que le elevó su nivel de vida y por lo tanto adoptó los valores burgueses, determinó que el progresismo base su lucha en cambiar el conflicto capitalista-obrero, por supuestos conflictos identitarios: hombre-mujer, blanco-negro, heterosexual-homosexual, etcétera, el viejo discurso de dominación del capitalista se convirtió en el de la dominación del hombre blanco heterosexual.

La pregunta es por qué se pudo triunfar sobre el comunismo y aparentemente se está en peligro frente al progresismo, la respuesta está en el declive espiritual de las élites en el mundo occidental. El capitalismo se enfrentó al comunismo y por eso lo venció, el liberalismo no lucha contra el progresismo, más bien es sumiso ante él y copia su discurso y sus hábitos.

La Iglesia, factor tradicional de la defensa de los valores, se dejó infiltrar por el comunismo y tomó como suya la teología de la liberación, y la relatividad de valores en su seno llegó al extremo de que el papa Francisco señala que “son los cristianos los que deben seguir a los comunistas”.

Los medios se dejaron inocular de la narrativa progresista, quizás porque llegó a sus directivas una generación educada en los valores progresistas instaurados a partir de los 60, ya no son objetivos, sino que reproducen las consignas del progresismo. Ni se hable de la dominación progresista de la academia, en donde actualmente se ve el espectáculo de su sumisión a la hegemonía del progresismo al nivel de no poder dominar el predominio de pequeños grupos antisemitas que bloquean el normal desarrollo de sus actividades.

Como lo predijo Gramsci esta hegemonía de los medios culturales ha llevado a que el sistema liberal esté sucumbiendo ante la estrategia delineada por los teóricos del postestructuralismo y por eso es que está en declive la civilización occidental.

Sin esa cooptación social del mundo occidental por el progresismo no se estuviera en la situación de decline actual, el mundo de predominio liberal estuvo basado en la fortaleza de instituciones basadas en esos valores y fundamentalmente en el liderazgo político de grandes figuras como Churchill, Roosevelt, Adenauer y de Gaulle. La batalla dada por tres estadistas sin parangón: Reagan-Thatcher y san Juan Pablo II hicieron posible el derrumbe del comunismo.

El fundamento del predominio occidental estuvo basado en el liderazgo norteamericano, presidentes como Reagan y los Bush tuvieron muy en alto los valores de ese sistema liberal, el progresismo se inoculó en los presidentes demócratas como Clinton, Obama y Biden y los republicanos están abrazando el aislacionismo del populista Trump. Europa igualmente observa una declinación de líderes liberales que luchaban por la hegemonía occidental como Thatcher, Kohl, Andreotti a dirigentes dominados por el progresismo como Zapatero, Sánchez, Ciampi, Blair, Brown e incluso supuestos líderes de la derecha liberal pero que fueron o son débiles ante el progresismo como May y Sunak, Merkel, Sarkozy y Macron.

En conclusión, se observa un declive de la civilización occidental originado por la penetración de las instituciones políticas, económicas, sociales, pero sobre todo culturales por el progresismo que ha carcomido las bases del régimen liberal haciéndolo débil frente al ataque del totalitarismo oriental (Rusia-China-Irán). El viejo conflicto izquierda-derecha se ha mutado en uno de liberalismo-totalitarismo, estando por ahora este dominando la batalla, en un próximo artículo analizaremos la salida a este peligro.