25/05/2024 | Por Roderick Navarro | PanAm Post

Si Nicolás Maduro acepta una derrota, ¿quién representará nacional e internacionalmente la personalidad política del chavismo?

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Así como el chavismo llegó arrasando todos los espacios de poder desde 1998, en una eventual aceptación de derrota de Nicolás Maduro, la nueva oposición debería actuar de la misma manera y reducir al mínimo al chavismo, obviamente, por la vía democrática y civilizada. (Archivo)

Existe un proceso de recomposición interna dentro del chavismo que tiene como objetivo mantenerse como una fuerza política en la sociedad venezolana. Es necesario recalcar que este esfuerzo entre este sector no tiene la intención de “lavarse la cara” ante la sociedad porque no reconocen que son un grupo criminal, que han sido corruptos ni que en general hayan hecho algo malo. Para el chavismo, la oligarquía mafiosa totalitarista, la revolución es un buen proyecto.

Saben que son impopulares y que, por la vía electoral limpia, no tienen posibilidades de ganar a la oposición liberal-conservadora que el pueblo hoy apoya con fuerza. Y en especial esa oposición, la que no es colectivista ni tiene en su liderazgo comportamientos corruptos que le permite moldearla a su antojo. Esta, la verdadera oposición, es la que derrotó al cogollo aquel 22 de octubre de 2023, que por dos décadas mantuvo secuestrada la vocería opositora o, mejor dicho, la personalidad política opositora dentro y fuera del país.

¿El chavismo está viéndose en ese espejo? Si Nicolás Maduro acepta una derrota, ¿quién representará nacional e internacionalmente la personalidad política del chavismo?

En este juego intentó tener éxito Tareck El Aissami. Junto con su grupo élite, planteó una especie de apertura económica que agradó a Maduro en su momento y que, según los estudios económicos, le trajo un “respirito” a la sociedad, luego del crítico año 2017. Sin embargo, el posicionamiento de este grupo de poder dentro de la estructura mafiosa avanzó de una forma desagradable para el conjunto que vio en peligro varios de sus intereses: pocos se arrodillarían ante el liderazgo del representante del extremismo islámico en la región. La desgracia tocó a su puerta y ahora se encuentra en un calabozo de la tiranía, y todos los que estaban a su alrededor, sufren las consecuencias en Mérida y Caracas.

Pero ese no era el único que se esforzaba en hacer sobrevivir al chavismo.

Sin aires conspirativos, quizás con la lección aprendida de lo que le ocurrió a Tareck, los hermanos Rodríguez plantean una sucesión más “civilizada”. Siendo del agrado de Maduro, aunque esto no es recíproco ni eterno, Delcy Eloína mantiene el cargo de vicepresidente de la República y Jorge Jesús tiene el cargo de presidente de la Asamblea Nacional. Es decir, actualmente, según lo establece la Constitución, si a Maduro le llega a pasar cualquier cosa y no puede ser presidente, Delcy asume el mando y detrás de ella le correspondería a su hermano si tampoco consigue asumir el mando. Es lo que reconocería la Fuerza Armada para mantener el hilo “constitucional” dentro de la narrativa de la tiranía.

Los Rodríguez hacen un esfuerzo alrededor de la elite venezolana —que necesariamente no es ni tiene que ser chavista— para conseguir su objetivo. En Venezuela existen familias de larga tradición que sustentan a la sociedad y que, por haber sobrevivido a los gobiernos y también al chavismo, tienen poder en su palabra, más allá de la riqueza material que puedan poseer. Entre los chavistas, esto agrada a algunos exministros y a algunos sectores que se han sentido excluidos por lo que llaman el madurismo. Los Rodríguez parecen estar teniendo éxito al nuclear al conjunto que parecía haberse dispersado, pero no para ganar, sino para un eventual escenario de supervivencia.

Lo preocupante es el carácter totalitario bajo un escenario que no promete apertura, diálogo, civilidad sino “revolución”, lo que incluye censura, castigo, privilegios, cuotas de poder, corrupción y opulencia. Los partidos socialdemócratas tienen un papel importante aquí: tratar de absorber la mayor cantidad de chavistas que abandonan la tiranía. Sacarlos del tobogán del odio, hacerlos entender la vía democrática, que la violencia solo lleva a la miseria y al atraso, y hacerlos parte de una nueva convivencia social donde tienen la oportunidad de existir sin el miedo de que serán exterminados simplemente porque son diferentes. El chavismo promueve el exterminio del otro, y de eso ya estamos cansados todos, de un lado y del otro.

Afortunadamente, la política no es estática. Así como el chavismo llegó arrasando todos los espacios de poder desde 1998, en una eventual aceptación de derrota de Nicolás Maduro, la nueva oposición debería actuar de la misma manera y reducir al mínimo al chavismo, obviamente, por la vía democrática y civilizada. Hace falta la refundación del país y el acuerdo social de una nueva convivencia que nos lleve al desarrollo de toda la potencialidad que tiene nuestra casa común, Venezuela.