5/03/2024 | Por Armando Barona Mesa

La Gran Marcha de China, convocada por Mao Zedong, decía como un mandamiento: «Cuando se va a emprender la larga caminata de los diez mil kilómetros, lo importante es dar el primer paso.»

Hoy no es esa larga caminata, ni los ideales son los mismos y en realidad tampoco lo es decir que lo importante es dar el primer paso. Pero lo que es preciso entender y practicar es que la marcha de la protesta contra un mal gobierno es la única manera de expresar, bajo la bandera blanca de la paz, la inconformidad contra un gobierno que azota las buenas costumbres y trata de darles presencia a los malvados por encima de los buenos.

Solo recordemos de entrada que no hay un criminal mayor —tal vez en el mundo— que el señor Salvatore Mancuso. Ha dado muerte a miles y miles de personas buenas y viene de pagar, bajo la extradición que purgó en Estados Unidos, una pena solamente por los asuntos del narcotráfico.

Pero aquí están vivos los procesos que juzgó en parte una entidad como Justicia y Paz y, bajo el silencio de los inocentes, quedan abiertos los campos desolados donde se enterraron a miles y miles de campesinos contrarios a aquel controvertido paramilitar, hoy convertido por las «artes mágicas» del gobierno Petro, en un prócer al que la nueva justicia le ha otorgado la libertad.

Es horrendo que el señor Petro le haya dado la fuerza del Estado para que venga, como ya llegó, a servir solo para el acto funesto y grosero de acusar al señor expresidente Uribe, sin encontrar como cualquier penalista puede hacerlo, que lo que vaya a decir el demoníaco personaje no soporta crítica de ninguna especie, como que a la vista está que lo han sobornado entregándole una libertad muy lejos de merecer y que en su alma alberga un gran rencor contra el expresidente, porque fue éste quien, en ejercicio de una justicia honrada, cuando los paras desde Itagüí donde los habían recluido seguían matando por dinero y otras causas torcidas, los extraditó a los Estados Unidos. Ese, por supuesto, no es un testimonio limpio sino cargado de sospechas acerca de su insania, capaz de todo. Así lo pregona la crítica sana del testimonio humano.

El señor Petro, contra quien vamos a caminar mañana, por encima de razones poderosas, le ha dado beneficios ilegales, porque salirse de la ley o dándole una interpretación acomodaticia y prevaricadora a un tratamiento que debía ser severo, es un escándalo absolutamente injustificable desde el punto de vista del imperio obligatorio de la Ley.

Cosa igual ha estado pasando con unos grupos alzados en armas y con los miembros de la que llamaron la “primera línea”, organizada y prevista por el propio Petro desde antes de ser presidente, que no son otros que aquellos que el régimen de Maduro ha llamado los “colectivos”, armados y capaces de todo lo malo, como ya lo vivimos en Colombia —sobre todo en Cali—, cuando aquello que llamaron ellos mismos el “estallido social”. A estos personajes los ha colmado de privilegios y posiciones alrededor de la “paz”, que es bandera, aunque ellos son los únicos que han atentado y atentan contra la misma. Ah, y les está pagando a los que no están empleados, una pensión que asciende a un billón de pesos.

No, no es saludable ni grato observar estos desenvolvimientos que robustecen a aquellos personajes que llaman los “mamertillos” y que buscan llegar a los regímenes totalitarios de izquierda como Venezuela, Cuba y Nicaragua, ávidos de riqueza, como aquel señor Olmedo López, el de los camiones sin agua, que vendió su alma al maligno para ganar el gigantesco contrato que iba a arreglar la sequedad de la Guajira y la dejó con hambre y sed, pero él llenó sus luengas alforjas con millones y millones de pesos. Y tampoco lo es que la fuerza pública sea humillada y muerta por el bandidaje narco que acompaña con avidez de mercachifles a las grandes multitudes indígenas del Cauca y de Nariño.

Sin duda estamos naufragando y es necesario que llenemos calles y plazas para expresar nuestro rechazo a un gobierno que se abroquela más en sus propósitos socialistas marxistas sembrando el odio de clases y la persecución a la clase media y pequeña productora. A MARCHAR EN PAZ, PERO HACIENDO VER LO ÚNICO QUE TENEMOS, QUE ES NUESTRO AMOR A LA DEMOCRACIA.