22/03/2024 | National Geographic | Por Àlex Sala

El pintor reflejó un exuberante jardín acuático en más de 250 pinturas durante cuatro décadas.

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Nenúfares (1898-1899), una de las múltiples pinturas de Claude Monet sobre estas plantas. Los Angeles County Museum of Art

«un espectáculo nuevo y excepcional, tan inesperado como todas las grandes sorpresas. Imagínense todos los colores de una paleta; todos los tonos de una charanga: ¡eso es el jardín de Monet!». Así describía un periodista francés su primera visita a la residencia de Claude Monet en la pequeña localidad de Giverny, donde el pintor cultivó pacientemente durante años un exuberante jardín acuático con sauces llorones, bambúes, un puente japonés y los famosos nenúfares que reflejó compulsivamente en más de 250 pinturas durante cuatro décadas. El lugar —donde los colores se mezclaban con el brillo de la luz y el agua transformando el paisaje a cada momento— se convirtió en un verdadero jardín del Edén impresionista y su pasión por la luz.

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Mary Evans Picture Library / Cordon Press

El jardín de Normandía

En 1883, con 43 años, Claude Monet se mudó a Giverny, un pequeño pueblo de apenas 300 habitantes al norte de París en una finca, Le Clos Normand, con un terreno rodeado de altos muros de piedra. Nada más llegar, Monet mandó talar la alameda de abetos que lo atravesaba y sembró el terreno de parterres de flores de distintos colores y alturas, transformándolo en un jardín rico en perspectivas, simetrías y volúmenes. Arriba Monet en una imagen coloreada tomada a inicios del siglo XX.

Description: Un jardi´n de colores
The Granger Collection / Cordon Press

Un jardín de colores

Monet combina árboles frutales, rosales y las masas coloreadas de plantas anuales. El pintor se entrega a un minucioso trabajo como jardinero, seleccionando todo tipo de plantas de diferentes colores y de floración en distintas épocas del año. “Todo mi dinero se va detrás de mi jardín”, confesaría en una ocasión. Organiza su jardín pensando en su opaleta y su lienzo, pensando en colores y contrastes que después pueda replicar con sus pinceladas. Esta pintura, realizada a inicios del siglo XX, muestra la intensidad morada de los lirios (cuyo esplendor florar se produce en verano) con el verde de sus robustos tallos.

Description: Una obra de arte viviente
Shutterstock

Una obra de arte viviente

Pero la verdadera sublimación del color y la luz la logra con el jardín acuático. Con una posición económicamente estable, en 1893, Monet compró los terrenos colindantes, atravesados por un pequeño arroyo que desvió para crear un estanque que con los años abarrotaría de bambúes, arces, peonías japonesas, lirios blancos o sauces llorones para convertirlo en una obra de arte viviente. Hoy en día todavía existe es la sede de su fundación y un museo.

Description: Inspiracio´n oriental
The Print Collector/Heritage Images / Cordon Press

Inspiración oriental

El vergel de Monet recuerda a los jardines tradicionales japoneses, remansos de paz y equilibrio en los que el agua juega un papel fundamental para crear un paisaje etéreo, detenido en el tiempo. En estos lugares, la luz, los reflejos y los colores juegan un papel fundamental para crear dramáticos contrastes entre los colores de las plantas y árboles estacionales con el verde habitual. Monet conocía sin duda estos jardines por los grabados y pinturas que se popularizaron en Occidente a partir de la apertura e Japón en la década de 1860, como el que se reproduce arriba, que recrea un paisaje otoñal.

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Cordon Press

El placer de los ojos

Los campesinos del lugar vieron con recelo los planes del pintor, temiendo que las especies vegetales extranjeras y exóticas colonizaran las tierras, contaminaran el agua y arruinaran a las especies autóctonas. En una carta al prefecto para justificar la obra, Monet afirmó que «se trata únicamente de algo para el recreo y el placer de los ojos, y también para tener modelos para pintar; no cultivo más que plantas como nenúfares, juncos, lirios de diferentes variedades que crecen espontáneamente a lo largo de nuestros ríos, y nunca podrán envenenar las aguas”. Sobre estas líneas Monet en su jardín de Giverny en la década de 1890.

Description: Luz y color
Musée Marmottan-Monet

Luz y color

Desde mediados de la década de 1890, Monet plantaría casi a diario durante 30 años su caballete frente al lago artificial para reproducir toda su luz y sus colores. El mismo encuadre era un paisaje completamente diferente dependiendo de la hora del día o de la época del año en la que el artista se pusiera manos a la obra. Es el caso evidente de las dos obras sobre estas líneas, realizadas en 1903. El paisaje existe solo a través de la percepción de nuestros ojos.

Description: Luz, agua y nenu´fares
Musée Marmottan-Monet

Nenu´fares

Estas pinturas son agua, cielo y nenúfares. Muchas veces, como las dos anteriores y la que aparece sobre estas líneas, Nenúfares al anochecer (1897), prescinden incluso del horizonte. Se trata de una de sus primeras pinturas de nenúfares. En ella destaca la mezcla de colores para lograr las distintas tonalidades de azul del agua y todavía se aprecia cierta voluntad de respetar el dibujo de la flor, aunque esté definido no a través de trazos, sino de pinceladas y empastes que dan cierto volumen a las flores.

Description: El paisaje como reflejo

El paisaje como reflejo

Estas pinturas no pueden ser consideradas paisajes: Monet las llamaba paisajes reflejo Monet fija tanto el punto de vista y cierra el encuadre de tal manera que el paisaje ya no es tal sino un reflejo. En esta pintura de 1919 (expuesta en el MoMA de Nueva York) los árboles son apenas una mancha de tonos verdes y ocres deformados por las ondulaciones del agua que refleja el azul del cielo también mezclado con los matices y plantas del fondo lacustre. En la superficie, las flores y las hojas de los nenúfares no tienen una silueta definida, están descompuestos en colores y tonos que se «diluyen» con el agua.

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Avalon / Picture Alliance

El puente japonés

Con los años, Monet adquirió una posición económica acomodada y pudo permitirse una cuadrilla de jardineros y trabajadores que cuidaran de su jardín al milímetro, por ejemplo encargándose de quitar cada hoja muerta para asegurar la perfecta belleza del estanque y su puente de estilo japonés, la otra gran estrella del jardín de Monet. El pintor lo retrató en multitud de ocasiones, bajo luces distintas. En la versión reproducida arriba, de 1899, las flores flotantes se fusionan con sus reflejos en el agua.

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Princeton University Art Museum / The Collection of William Church Osborn

Nenúfares y puente japonés

La idea de Monet era pintar directamente de la naturaleza con la mayor frecuencia posible capturando las cambiantes condiciones atmosféricas y como afectaban a la obra de arte. Este sello distintivo impresionista se hace evidente en la serie de los puentes. Esta pintura de 1899 es otra de las decenas de versiones que Monet realizó sobre este tema. Aquí representa el puente de dos colores distintos: verde la parte soleada y azul la zona en la que alcanza la sombra de los árboles.

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International Autograph Auctions Europe/Bournemouth News / Shutterstock

Trabajo en paralelo

El método de Monet consistía en trabajar con varios lienzos a la vez, pinturas que pueden parecer iguales, pero que cuentan con una riqueza de matices sorprendente. Arriba Estanque de nenúfares, trabajado en paralelo con Nenúfares y puente japonés. Si el cuadro anterior tenía la zona sombreada a la derecha, ahora esta aparece brillante. Esto es debido a que aquella versión representaba el lugar durante una soleada mañana y la que aparece sobre estas líneas se corresponde más con la tenue luz de un atardecer con el sol poniéndose por el lado contrario.

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Gianni Dagli Orti / Shutterstock

Estilo y enfermedad

A medida que pasan los años, hay una evidente evolución en el estilo de Monet a pinturas de trazos cada vez menos definidos en los que las formas son cada vez más producto de las pinceladas. Pero esta evolución no es solo estilística, también se debe a los problemas de visión de Monet, que fueron en aumento con el paso de los años. Monet tuvo un grave problema de cataratas, pero no quería operarse por miedo a que los efectos sobre su visión fueran peores. Con el paso del tiempo los colores cambian y su pintura se hizo más embarullada. Sobre estas líneas, Puente japonés sobre el estanque de nenúfares, que pintó entre 1920 y 1924 con más de 80 años.