20/05/2024 | Por Isaac Katz | Cato

Isaac Katz dice que el sexenio de López Obrador pasará a la historia como uno de los más violentos, por la fracasada política de seguridad de «abrazos, no balazos».

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El presidente López pasará a la historia de manera muy diferente de cómo él se lo imagina o aspira y su sexenio será recordado por haber sido uno de muy pocos aciertos que se opacan por una serie de notables y rotundos fracasos de política pública. En el artículo de la semana pasada señalé tres: la destrucción de los servicios de salud pública, sus caprichos personales materializados en cuatro proyectos de infraestructura con sobrecostos, rentabilidad social negativa y destructores de riqueza nacional y una política energética basada en la discriminación a favor de las notoriamente ineficientes Pemex y CFE y en contra de la participación privada en hidrocarburos y en la generación de electricidad eólica y solar.

A estos hay que agregar otros dos fracasos igualmente notorios. Primero, el sexenio de López pasará a la historia como el más violento resultado, en gran parte, por la fracasada política de seguridad de “abrazos, no balazos” que empoderó al crimen organizado y a la delincuencia: casi 190 mil homicidios aunado de otros delitos como narcotráfico y una creciente extorsión. Segundo, la política educativa, que al haber eliminado los incentivos para la mejora de los profesores redujo la calidad de la enseñanza; los egresados del sistema público de educación no tendrán el capital humano necesario para insertarse eficiente y productivamente al mercado laboral, una política educativa enfocada a perpetuar la pobreza.

Además de estos y otros fracasos, López pasará a la historia como un destructor de instituciones. Su idea de ser el “salvador de la Patria”, un populismo mesiánico junto con una ideología retrógrada y estatista, lo ha llevado a ejercer un autoritarismo como el que se vivió durante el gobierno de Echeverría, que es precisamente en donde está su origen político. Él sigue siendo un priista del siglo XX, un anacronismo.

Con el espíritu autocrático que lo caracteriza y creyéndose poseedor de la verdad absoluta, López no ha estado dispuesto a aceptar que haya contrapesos como tampoco cree que tenga que rendir cuentas por sus actos. Con una actitud despótica de tratar de controlarlo todo y ser él quien toma todas las decisiones, nombró a un equipo de incompetentes en prácticamente todas las áreas de la administración pública federal incluyendo secretarías de Estado, organismos y empresas públicas. Lo anterior, aunado a una política presupuestal que desvió los recursos hacia programas sociales y sus obras de infraestructura, prácticamente dejó inoperante y todavía más ineficiente al gobierno federal. En contrapartida, el presidente decidió asignarle cada vez más atribuciones y funciones y presupuesto a las fuerzas armadas, quienes se encargaron, además de seguridad, de otras áreas que tradicionalmente habían sido manejadas por civiles, incluyendo la construcción y operación de sus proyectos, aduanas, aeropuertos y más. López pasará a la historia como el presidente que militarizó el país y que compró la lealtad de los milicos a billetazos.

La ola destructiva también alcanzó diferentes programas en varios ámbitos de política pública. En lugar de corregir posibles fallas simplemente decidió cancelarlos, utilizando invariablemente el argumento de estar plagados de corrupción, hecho que nunca comprobó. Destacan el Seguro Popular, comedores comunitarios, escuelas de tiempo completo, desayunos escolares, refugios para mujeres y niños, becas de posgrado, bibliotecas públicas y un largo etcétera.

Un área más en donde se sembró la semilla de la destrucción es en lo referente a las finanzas públicas. Durante este sexenio el saldo de los requerimientos financieros del sector público habrá aumentado en siete billones de pesos equivalentes a casi cuatro puntos del PIB; no fueron más porque López decidió utilizar los recursos que había en todos los fondos y fideicomisos públicos; con ello, la posición financiera neta del sector público sufrió un significativo deterioro. Para el futuro, con ingresos públicos estructuralmente débiles, los proyectos de infraestructura de López requerirán subsidios para poder operar, Pemex y CFE seguirán siendo deficitarios, los programas sociales absorberán transferencias crecientes particularmente en lo que toca a las pensiones, persistirá un alto servicio de la deuda pública y finalmente está la imperiosa necesidad de incrementar el gasto en educación y salud. Todo ello presionará significativamente a las finanzas públicas.

Por otra parte, y más grave aún por sus implicaciones sobre la libertad política y económica de los mexicanos, desde el inicio de su gobierno López se dedicó, con la complicidad de los serviles senadores y diputados, a tratar de destruir, debilitar o capturar a diferentes órganos autónomos del Estado: INEE, INE, INAI, Banxico, Cofece, IFT, CNDH, así como otros organismos como la CRE y la CNH y prácticamente desmanteló el Sistema Nacional Anticorrupción. Además, primero con un presidente de la SCJN que se le subordinó y posteriormente con los nombramientos de tres ministras que le son serviles e incondicionales, ha tratado de socavar la independencia del Poder Judicial de la Federación. Todo esto ha tenido como objetivo eliminar y/o debilitar los contrapesos institucionales y socavar la división de poderes.

La culminación de esta destrucción institucional quedó plasmada en las reformas constitucionales que propuso López el 5 de febrero pasado y que de ser aprobadas implicarán la desaparición de la división de poderes al tener un poder ejecutivo todopoderoso en control de facto de los poderes legislativo y judicial, la desaparición de organismos autónomos y la destrucción de la democracia liberal; México pasaría a tener un sistema abiertamente autocrático, un sistema cuasi dictatorial.

El sexenio de López: un sexenio de destrucción institucional y de debilitamiento del Estado de derecho. México es hoy menos próspero y menos libre que hace seis años.


Este artículo fue publicado originalmente en El Economista (México) el 19 de mayo de 2024.