Jueves Santo, 2024 | Por Pbro. Diego Alberto Uribe Castrillón

De la mano del entrañable recuerdo de quienes un día nos llevaron de niños a saludar a Jesús, hoy volvemos espiritualmente y, en el mismo día de la Cena Postrimera, a visitar con piadosa reverencia aquellos espacios que se han dispuesto en las Iglesias y en los que se Reserva el Santísimo Sacramento para poder comulgar mañana.

Al visitar a Jesús silencioso en el Altar de la Reserva, el pueblo sabe que esa capilla engalanada por la piedad y por ese amor que no se puede acallar será siempre un espacio para ver cuánto nos ama el Amigo que nos salvó, con qué amor sincero se nos sigue invitando a callar el corazón, a silenciar la violencia de tantos labios con el lienzo delicado de la prudencia, a amansar el espíritu ardiente que hierve en tantos corazones, para que un airecillo perfumado a azahar o a nardo, a jazmín o a orquídea le recuerde a todos que no nacimos para sembrar tristezas sino para sembrar vida y esperanza.

En el misterio del Sacramento del Altar hay mucho amor. El amor que llamó amigo al pobre Judas, el amor que se hizo sudor de sangre en el Huerto, el amor que un día lloró de frío en Belén. Es el amor que falta en nuestra patria, por eso hoy suplicamos la cordura de los corazones, para que, delante de la presencia viva y silenciosa del Maestro, acordemos algo más profundo que una tregua o un alto al fuego: acordemos un cese al odio, a la violencia, a las saetas envenenadas que todo lo destruyen, al patrocinio de la iniquidad, al financiamiento de la venganza.

Jesús del Jueves Santo: Haz que en este día te recordemos lavando los pies de tus amigos, decretando con dulzura la ley del amor que une y perdona, partiendo en la mesa fraternal el Pan de la Esperanza. Que delante en tu presencia nos comprometamos a sembrar menos cizañas y a cultivar más amor para poder un día cosechar el amor sembrado. Que tú, Señor, nos prestes tu corazón para reposar nuestras penas y para sentir que nunca dejarás de amar esta patria y para colmar con tu gracia incluso a los que te han traicionado.

La Linterna Azul enciende hoy su lámpara en el corazón de Colombia para que nunca nos falte la ilusión de ser un pueblo que viva de verdad en el espíritu sereno y apacible del que en la Cena Postrimera inauguró el camino de la esperanza.