20/09/2019 | Por Gabriel Ariza Rossy

El altar de San Pío X, en la basílica de San Pedro del Vaticano, está ocupado cada mañana por algún sacerdote de la curia que acude ahí a celebrar su Misa matutina. Siempre hay fieles alrededor asistiendo a la Eucaristía bajo el altar que contiene las reliquias de Giuseppe Sarto.

San Pío X fue Papa de la Iglesia católica entre 1903 y 1914, esto es, entre los pontificados de León XIII y de Benedicto XV.

Creo que, en San Pío X, y no en remotos y caudalosos ríos, está la clave para entender lo que le ocurre a nuestra Iglesia.

Pongo un par de ejemplos:

1. Si hay un tema que se oye mucho en boca de eclesiásticos, políticos y, casi diría, futbolistas, es la «fraternidad universal».

Marco Tosatti ha rescatado algunos párrafos desconocidos de San Pío X sobre esta ambigüedad que merecen ser releídos a la luz de los acontecimientos presentes:

«Sin embargo, son aún más extrañas, a la par que espantosas y entristecedoras, la audacia y la ligereza de espíritu de hombres que se llaman católicos, que sueñan con rehacer la sociedad en condiciones similares y establecer en la tierra, por encima de la Iglesia católica, ‘el reino de la justicia y del amor’, con obreros venidos de todas partes, de todas las religiones o sin religiones, con o sin creencias, con tal de que olviden lo que les divide, sus convicciones religiosas y filosóficas, y compartan lo que les une, un ‘generoso idealismo’ y fuerzas morales agarradas ‘de donde puedan’.

Cuando se piensa en todo lo que es necesario en fuerzas, ciencia y virtudes sobrenaturales para instituir la ciudad cristiana, y en el sufrimiento de millones de mártires, y en las iluminaciones de los Padres y Doctores de la Iglesia, y en la dedicación de todos los héroes de la caridad, y en una poderosa jerarquía nacida del Cielo, y en los ríos de gracia divina, todo ello edificado, vinculado, compenetrado por la Vida y el Espíritu de Jesucristo, la Sabiduría de Dios, el Verbo hecho hombre; cuando se piensa, decíamos, en todo esto, nos asusta ver a estos nuevos apóstoles intentando tercamente hacerlo mejor a través de la unión de un vago idealismo con las virtudes cívicas.

¿Qué producirán? ¿Qué saldrá de esta colaboración?

Una construcción puramente verbal y quimérica en la que veremos brillar desordenadamente y con una seductora confusión las palabras «libertad», «justicia», «fraternidad» y «amor», «igualdad» y «exaltación humana», todo basado en una dignidad humana mal comprendida. Se tratará de una agitación tumultuosa, estéril para el fin propuesto y que dará ventaja a los agitadores de masas, que son siempre menos utópicos (…)

Tememos que haya cosas aún peores. El resultado de esta promiscuidad en el trabajo, el beneficiario de esta acción social cosmopolítica puede ser sólo una democracia que no sería ni católica, ni protestante, ni hebrea; una religión… más universal que la Iglesia Católica, que reunirá a todos los hombres convertidos, por fin, en hermanos y compañeros en el ‘reino de Dios’. ‘No se trabaja para la Iglesia; se trabaja para la humanidad’. Y entonces, invadidos por la más grande de las tristezas, nos preguntamos, Venerables Hermanos, en qué se ha convertido el catolicismo del Sillon [movimiento francés, ndr]. Por desgracia, ha sido captado, en su camino, por los modernos enemigos de la Iglesia y a partir de ahora es sólo un mísero afluente del gran movimiento de apostasía, organizado en todos los países para instaurar una Iglesia Universal que no tenga dogmas ni jerarquía, ni reglas para el espíritu, ni freno para las pasiones; y que, con el pretexto de la libertad y la dignidad humana, restablecería en el mundo, siempre que pudiera triunfar, el reino legal de la astucia y de la fuerza, y la opresión de los débiles, de los que sufren y trabajan».

Los párrafos están sacados de una carta de San Pío X a los obispos franceses en 1910. Solamente tres años antes, Pío X había publicado la que es la encíclica más clarividente contra el modernismo, “Pascendi”.

2. En Pascendi, San Pío X explica cuál es la herejía que más daño ha hecho a la fe católica en los últimos 100 años:

“Hablamos, venerables hermanos, de un gran número de católicos seglares y, lo que es aún más deplorable, hasta de sacerdotes, los cuales, so pretexto de amor a la Iglesia, faltos en absoluto de conocimientos serios en filosofía y teología, e impregnados, por lo contrario, hasta la médula de los huesos, con venenosos errores bebidos en los escritos de los adversarios del catolicismo, se presentan, con desprecio de toda modestia, como restauradores de la Iglesia, y en apretada falange asaltan con audacia todo cuanto hay de más sagrado en la obra de Jesucristo, sin respetar ni aun la propia persona del divino Redentor, que con sacrílega temeridad rebajan a la categoría de puro y simple hombre.

Son seguramente enemigos de la Iglesia, y no se apartará de lo verdadero quien dijere que ésta no los ha tenido peores.

Mas una vez herida esa raíz de vida inmortal, se empeñan en que circule el virus por todo el árbol, y en tales proporciones que no hay parte alguna de la fe católica donde no pongan su mano, ninguna que no se esfuercen por corromper. Y mientras persiguen por mil caminos su nefasto designio, su táctica es la más insidiosa y pérfida. Amalgamando en sus personas al racionalista y al católico, lo hacen con habilidad tan refinada, que fácilmente sorprenden a los incautos.

Por fin, y esto parece quitar toda esperanza de remedio, sus doctrinas les han pervertido el alma de tal suerte, que desprecian toda autoridad y no soportan corrección alguna; y atrincherándose en una conciencia mentirosa, nada omiten para que se atribuya a celo sincero de la verdad lo que sólo es obra de la tenacidad y del orgullo.

Basta, pues, de silencio; prolongarlo sería un crimen. Tiempo es de arrancar la máscara a esos hombres y de mostrarlos a la Iglesia entera tales cuales son en realidad.

Y como una táctica de los modernistas (así se les llama vulgarmente, y con mucha razón), táctica, a la verdad, la más insidiosa, consiste en no exponer jamás sus doctrinas de un modo metódico y en su conjunto, sino dándolas en cierto modo por fragmentos y esparcidas acá y allá, lo cual contribuye a que se les juzgue fluctuantes e indecisos en sus ideas, cuando en realidad éstas son perfectamente fijas y consistentes; ante todo, importa presentar en este lugar esas mismas doctrinas en un conjunto, y hacer ver el enlace lógico que las une entre sí, reservándonos indicar después las causas de los errores y prescribir los remedios más adecuados para cortar el mal.”

Valdría la pena reeditar Pascendi, muchas de las cosas que hoy pasan en la Iglesia sólo se pueden entender acudiendo a ese gran papa santo que fue San Pío X.