6/03/2024 | Por Andrés Espinosa Fenwarth | Portafolio

Familia y amigos fueron determinantes para volver a comenzar, volver a soñar, volver a vivir. Como dice un amigo, estoy bien y mejorando.

Hace un año, ingresé a la Unidad de Quimioterapia de la Clínica Marly de la calle 50 para el inicio de un complejo tratamiento contra un cáncer de la sangre, el linfoma del manto, estadio 4 de alto riesgo, diagnosticado oportunamente a finales de 2022. La primera fase del procedimiento consistió en seis ciclos de quimioterapia cada 21 días. De ellos, el segundo, el cuarto y el sexto exigieron hospitalización semanal con quimio de lunes a viernes.

Ahora puedo señalar que toleré bien la quimioterapia, salvo algunos ataques transitorios de neuropatía periférica, que me impidieron caminar durante varios días, mareos y nauseas. La atención médica de la Clínica Marly fue maravillosa, como lo fueron las aprobaciones de Colmédica, que se hicieron cargo del elevado costo del tratamiento.

En agosto, pasé a la segunda etapa, el trasplante de médula ósea. Gracias a mi buen estado físico, clasifiqué para un autotransplante de células madre, previamente recolectadas mediante un proceso llamado aféresis, que produjo el doble de las células requeridas para un injerto exitoso.

Un milagro, así lo denominó el muy querido y respetado Dr. Enrique Pedraza, director de la Unidad de Trasplante de Médula de la Clínica Marly, la más prestigiosa de Latinoamérica.

Estuve 26 días hospitalizado en la Unidad de Trasplante, totalmente aislado, salvo las visitas permitidas de mi amorosa esposa y cuidadora, Adriana, y las carteleras con fotos de mi adorada familia y mis amigos del alma. Los primeros días recibí quimioterapia continua de altas dosis, cinco veces más fuertes que las anteriores, encargadas de resetear a cero el sistema inmunitario y prepararlo para el autotransplante.

Al igual que en los meses previos, soporté bien la quimioterapia. Al séptimo día, el Dr. Pedraza, la jefe de enfermeras y una psicóloga realizaron al autotrasplante, denominado transfusión de sangre periférica de mis células madre. Este ritual, un auténtico renacer de las cenizas de la vida, fue acompañado por solicitud mía con Los caminos de la vida de Vicentico y Starway to Heaven de Led Zeppelin. Sentí paz y sosiego durante el proceso y las primeras horas de cesación temporal de producción de células sanguíneas, seguidas de su exitoso repoblamiento.

Los meses siguientes de 2023 fueron muy difíciles; seguí bajando de peso —perdí 18 kilos—, no podía comer o devolvía todo lo que comía. En esos días, sentí que se me escapaba el alma, no podía ver la luz al otro lado del túnel. Acordamos con el Dr. Pedraza un apoyo psicológico y psiquiátrico, que me ayudó a romper el nudo mental que me ataba a la aciaga y temible oscuridad del cáncer. La familia y los amigos fueron igualmente determinantes para volver a comenzar, volver a soñar, volver a vivir. Como dice un amigo, estoy bien y mejorando.