8/03/2024 | Por Omar Bula Escobar

Tras el discurso anual del presidente de EE.UU. ante el Congreso, muchos estadounidenses se preguntaron: ¿Por qué Biden nos grita constantemente?

Yo lo vi, y lo que observé fue a una persona mayor aparentemente fuera de control, profiriendo gritos furiosos en un discurso polarizador que incluso contuvo amenazas hacia la Corte Suprema de Justicia.

La capacidad cognitiva y el estado de claridad mental de Joe Biden han sido motivo de interrogantes por parte de numerosas personas, y con mucha razón.

El hombre parece estar perdido en el espacio, desconectado de la realidad, saludando a seres invisibles y a menudo olvidando el propósito de su existencia en ciertos lugares.

Según una encuesta publicada por NBC en enero de 2024, el 62 por ciento de los votantes registrados a nivel nacional expresaron «grandes preocupaciones» acerca de la salud mental y física del presidente.

A pesar del inmenso esfuerzo de los grandes medios por ocultar o al menos maquillar su situación, la realidad es tan evidente que ya es imposible de disfrazar.

Si bien es complicado precisar su grado de conciencia en la toma de decisiones importantes, cada vez más personas han insinuado que su papel es meramente simbólico, y que son otros quienes realmente toman las decisiones cruciales.

Determinar con certeza quiénes y cuántos son, es muy difícil. Sin embargo, basta repasar las políticas desastrosas del gobierno Biden para identificar a los responsables.

Estas incluyen, entre otras, fronteras abiertas, inmigración ilegal sin freno, propagación de ideologías de género, tensiones raciales y una actitud belicista hacia el conflicto en Ucrania.

Todas convergen en una sola dirección: la abrumadora influencia del globalismo y sus retorcidas agendas sobre el gobierno estadounidense.

La situación de Biden genera gran incomodidad y, desde cierta perspectiva, puede ser interpretada con compasión como el abuso de una persona de edad avanzada.

No obstante, independientemente de su condición, la postura beligerante de sus partidarios respecto a la guerra en Ucrania es motivo de gran inquietud.

Recientemente, una declaración del presidente francés Emmanuel Macron acerca del posible despliegue de tropas francesas en Ucrania generó gran agitación en la comunidad internacional y en Europa por igual.

Sin perder tiempo y en medio de los temores de una «escalada importante», varios países de la OTAN, incluyendo Alemania, el Reino Unido, Italia y Polonia, reaccionaron de inmediato, desechando rotundamente cualquier intención de desplegar tropas terrestres en Ucrania.

Como cabía esperar, el presidente ruso Vladimir Putin emitió de inmediato una seria advertencia, alertando sobre las posibles consecuencias de una escalada nuclear provocada por las acciones de la OTAN.

Además de destacar las divisiones y fracturas entre los países occidentales respecto a la situación en Ucrania, esto también reveló que, ante el panorama geopolítico más inestable y volátil en la historia contemporánea, con el riesgo nuclear en aumento, los “guerreristas” de Occidente, mayormente vinculados al Foro Económico Mundial —WEF— y a la gigantesca industria armamentística, están jugando con fuego.

Excluyendo las impensables consecuencias de una guerra nuclear, una gran guerra con armamento convencional también sumiría al mundo en una grave crisis.

Aunque Europa sería una vez más el epicentro del conflicto, sus repercusiones en un mundo globalizado e interconectado afectarían profundamente el planeta entero.

Las disputas por el control de recursos como el petróleo, el agua y los minerales, junto con los ciberataques contra infraestructuras críticas, sistemas de defensa y redes de comunicación, tendrían un impacto directo en la disponibilidad de energía, el comercio, el suministro de alimentos y bienes esenciales… y mucho más.

Lo último que pretendo es generar alarma, y en ningún caso estoy insinuando la inminencia de una tercera guerra mundial. Sin embargo, ante las circunstancias, me resulta inevitable pensar en las consecuencias catastróficas que un error de cálculo o una escalada accidental podrían tener; ya ha ocurrido en el pasado.

Permítanme finalizar planteando dos preguntas básicas:

La primera, un tanto cándida y de una simplicidad elemental: ¿Por qué se está enfatizando solo la guerra y descartando la paz como opción?

La segunda, algo más inquietante: Si no es Biden quien está en condición de accionar el famoso botón rojo que habilita al Presidente de los EE.UU. para iniciar una guerra nuclear, ¿quién detenta realmente ese poder?